El dengue avanza en el sur del país y expone el impacto del cambio climático

Rio Grande do Sul se ha convertido en un retrato invertido del dengue en Brasil. Si antes el frío mantenía bajo control al Aedes aegypti, ahora el mosquito transmisor del virus que causa la enfermedad ha encontrado un clima favorable para propagarse por todo el estado. La enfermedad continúa propagándose: hasta el 8 de mayo, había 15.643 casos confirmados y ocho muertes.
La epidemia actual, aunque aún menor que la del año pasado, está creciendo rápidamente: la tasa de transmisión ya supera el 2,08%, y 474 municipios de Rio Grande do Sul están infestados de mosquitos, dos más que en 2024. En la práctica, esto significa que el virus está creciendo a un ritmo de expansión similar al registrado en los primeros meses de la pandemia de COVID-19 en 2020. Para los expertos, el mensaje es claro: el cambio climático , la desigualdad urbana y las fallas estructurales están rediseñando el mapa del dengue, y el sur definitivamente ha entrado en la ruta.
Según el investigador en salud pública Diego Ricardo Xavier, del Instituto de Comunicación e Información Científica y Tecnológica en Salud de la Fundación Oswaldo Cruz (Icict/Fiocruz), el dengue es una enfermedad totalmente asociada a la cuestión climática.
Hemos visto cómo el dengue entraba al sur, donde no había epidemias tan frecuentes, porque la barrera climática lo impedía. Ahora, además de desplazarse a las regiones subtropicales, también está ascendiendo a las montañas. Si el mundo continúa calentándose, podríamos tener epidemias de dengue incluso en Europa y Estados Unidos, afirma. En algunos países europeos, como España y Francia, ya hay registros de casos autóctonos: infecciones adquiridas localmente, sin relación con viajes a regiones endémicas.
A mediados de abril, InfoDengue, plataforma de Fiocruz que es uno de los principales sistemas brasileños de monitoreo de arbovirus (virus transmitidos por mosquitos), registró 1.757.065 casos sospechosos de dengue en el país. De estos, más de la mitad (67,69%) están clasificados como probables, una variación de casi 30% respecto a 2024.
La epidemióloga Cláudia Codeço, coordinadora de InfoDengue, explica que las variables climáticas fueron consideradas en el informe y ya apuntan evidencias del impacto del calentamiento global en la propagación de la enfermedad a áreas históricamente protegidas.
Estas regiones están experimentando períodos más largos de clima favorable, especialmente con inviernos más suaves y la llegada temprana de la primavera. Incluso pequeños cambios pueden provocar grandes aumentos del dengue, ya que permiten que los virus mantengan su ciclo de transmisión durante el invierno y se reproduzcan rápidamente al llegar la primavera, explica.
El escenario actual, con brotes en regiones antes consideradas menos vulnerables, es el resultado más visible de esta nueva dinámica climática. Y comprender cómo se propagó el dengue en el mundo ayuda a medir el desafío actual.
Un mosquito que transmite cuatro tipos de virus.Transmitido por el mosquito Aedes aegypti , el dengue es una enfermedad causada por virus de la familia Flaviviridae , al igual que los virus de la fiebre amarilla y el Zika. Hay cuatro serotipos diferentes: DENV-1, DENV-2, DENV-3 y DENV-4, y la infección por uno de ellos genera inmunidad sólo contra ese tipo, dejando al organismo vulnerable a los demás.
El ciclo de transmisión comienza cuando el mosquito hembra, al picar a una persona infectada, adquiere el virus y comienza a transmitirlo a otros individuos a lo largo de su vida. Los síntomas más comunes incluyen fiebre repentina, dolor de cabeza, dolor detrás de los ojos, dolores corporales y articulares, manchas rojas en la piel y postración.
“También llamada ‘fiebre rompehuesos’, el dengue puede parecer inicialmente una infección viral común, pero requiere atención especial”, advierte la especialista en enfermedades infecciosas Emy Akiyama Gouveia, del Hospital Israelita Albert Einstein.
Generalmente la enfermedad es autolimitada, con recuperación espontánea. Pero puede evolucionar hacia formas más graves. Los signos de advertencia incluyen sangrado, dolor abdominal intenso, vómitos persistentes, dificultad para respirar, mareos y confusión mental. “Estos signos suelen aparecer en el momento en que la fiebre empieza a bajar, entre el tercer y el séptimo día de la enfermedad”, explica Gouveia.
El diagnóstico se realiza principalmente con base en la evaluación clínica, sin necesidad de confirmación de laboratorio en algunos casos. Se pueden solicitar pruebas rápidas y análisis de sangre para confirmar la infección o monitorear cambios en casos sospechosos de empeoramiento.
El médico destaca que la automedicación es un riesgo y que una adecuada hidratación es fundamental para evitar complicaciones. “El retraso en la reposición de líquidos es uno de los principales factores de resultados desfavorables”, advierte.
A pesar del conocimiento acumulado, controlar el dengue sigue siendo un desafío en Brasil. “ El Aedes aegypti está omnipresente en el país”, dice Gouveia. Destaca que, aunque la vacunación avanza, la cobertura aún es baja y, según el SUS, restringida a grupos específicos de la población.
Enfermedad antiguaLas primeras descripciones de una infección con características similares al dengue se remontan a la antigua China, entre el 265 y el 420 d.C., durante la dinastía Chin. En aquella época, la enfermedad se conocía como “veneno de agua”, en una asociación popular con los insectos voladores cercanos a entornos acuáticos.
Siglos más tarde, se registraron brotes similares en las Indias Occidentales francesas y Panamá en el siglo XVII, y se describieron epidemias en Asia, África y América del Norte entre 1779 y 1780. La transmisión por mosquitos no se confirmó hasta 1906; y el virus, identificado al año siguiente.
En Brasil, el Aedes aegypti habría llegado durante el período colonial, traído desde África en barcos esclavistas. Los primeros registros de casos en el país aparecieron a finales del siglo XIX, en Curitiba, y a principios del siglo XX, en Niterói (RJ), según el Instituto Oswaldo Cruz. Pero fue recién a partir de la década de 1940 que la percepción del dengue como una emergencia de salud pública ganó fuerza.
En la década siguiente, el Aedes aegypti fue erradicado del país como parte de los esfuerzos contra la fiebre amarilla. Pero la relajación de las medidas en los años siguientes le hizo regresar.
El calentamiento global y el aumento de casosEn los últimos años, el cambio climático ha empeorado la situación. Un estudio de la Universidad de Stanford en Estados Unidos, presentado a finales de 2024, estima que el calentamiento global ya es responsable de aproximadamente el 19% de las infecciones de dengue en el mundo. El aumento de la temperatura media, especialmente en el rango entre 20 °C y 29 °C, crea condiciones ideales para el virus y podría provocar un aumento de hasta un 200% de casos en regiones endémicas en las próximas décadas. Hoy en día, alrededor de 257 millones de personas viven en zonas donde la incidencia del dengue podría duplicarse en 25 años.
En Brasil, las proyecciones siguen la misma línea. Según AdaptaBrasil , plataforma del gobierno federal que mide la vulnerabilidad de los municipios al cambio climático y propone acciones de adaptación, se espera que la mitad de los municipios presenten un riesgo alto o muy alto de enfermedades transmitidas por Aedes aegypti en 2030. Las estimaciones combinan variables como temperatura, precipitaciones, deforestación, densidad poblacional y acceso a saneamiento básico.
Además de la expansión geográfica, el patrón de las epidemias ha cambiado. Antes concentrada en los meses de verano, la transmisión del dengue ahora se extiende casi todo el año en muchas regiones, impulsada por olas de calor fuera de temporada. Según una encuesta del Observatorio del Clima y Salud de la Fiocruz, el intervalo entre epidemias prácticamente ha desaparecido: los años 2022, 2023 y 2024 registraron brotes consecutivos.
Fenómenos como El Niño —que calienta las aguas del Océano Pacífico por encima de lo normal en el ecuador— también tuvieron un impacto. “Cuando El Niño se presentó, el verano empezó antes. En septiembre, ya hacía un calor insoportable. Este calor inusual, combinado con la lluvia y la expansión de las zonas de reproducción, aumentó el período de reproducción del mosquito”, resume Xavier, de Fiocruz.
Confrontación estructuralA pesar del escenario crítico, nuevas estrategias para combatir el dengue ofrecen perspectivas prometedoras. Además de los avances en el manejo clínico —con actualizaciones de los protocolos de hidratación y diagnóstico temprano por parte del Ministerio de Salud, que ahora trata inicialmente todos los arbovirus como dengue—, el foco está en abordar el vector y ampliar la vacunación.
Una de las apuestas en el control de mosquitos es el proyecto Wolbachia. La bacteria, que se encuentra de forma natural en aproximadamente el 60% de los insectos, fue introducida en el Aedes aegypti para bloquear su capacidad de transmitir el virus. Las iniciativas en Indonesia, Australia y Colombia han demostrado reducciones de más del 75% en los casos de dengue en las zonas objetivo.
En Brasil, el programa es desarrollado por la organización sin fines de lucro World Mosquito Program (WMP) en asociación con Fiocruz y el Ministerio de Salud. Actualmente está presente en cinco ciudades, con planes de expandirse a seis más. En Niterói, los análisis indican una caída de alrededor del 70% en los casos de dengue, del 60% en los de chikungunya y del 40% en los de zika en las regiones donde fueron liberados los mosquitos.
En el campo de la inmunización, las perspectivas también son alentadoras. La vacuna Qdenga mostró una eficacia de más del 80% contra los cuatro serotipos y amplió las opciones de prevención para las personas entre 4 y 60 años. Todavía hay gran expectativa por la vacuna del Instituto Butantan, desarrollada hace más de una década y que aún espera la aprobación de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa). Con una sola dosis y una eficacia del 79,6%, la vacuna nacional podrá incorporarse al Programa Nacional de Inmunizaciones (PNI).
Sin embargo, para los expertos, estas soluciones sólo tendrán un efecto real si hay planificación y acción coordinada. “Una respuesta oportuna al dengue requiere preparación, con planes de respuesta organizados, una red de respuesta capaz y un sistema de alerta”, afirma el coordinador de InfoDengue.
Además, es urgente atacar las raíces estructurales del problema, especialmente en el contexto del cambio climático y las desigualdades sociales en Brasil. Diego Xavier cita el ejemplo de la epidemia de dengue que azotó São Paulo durante la crisis del agua de 2014. Mucha gente empezó a acumular agua. Esto creó un caldo de cultivo artificial y desmanteló los modelos clásicos que afirmaban que, para que hubiera dengue, eran necesarios el calor y la lluvia», explica.
Las regiones más afectadas fueron precisamente aquellas con peor acceso al agua. “Ya no podremos revertir la situación; ya se ha ido al garete. Lo que podemos hacer ahora es intentar reducir la magnitud del impacto”, afirma el investigador. Para él, la opción más viable es invertir en infraestructura urbana —como saneamiento y vivienda— y en campañas educativas, siguiendo el ejemplo de países asiáticos como Singapur y Vietnam, que lograron controlar la enfermedad.
Además, es necesario capacitar a los servicios de salud en localidades que históricamente no han enfrentado la enfermedad y orientar a la población sobre cómo combatir el vector. «La educación y la solución de los problemas subyacentes son avances importantes en la prevención de epidemias, pero no son la panacea. Tenemos que usar todo lo que tenemos a nuestro alcance», concluye Xavier.
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CNN Brasil