María Peláe (★★★✩✩): poderío afilado

Un pequeño terremoto sacudió –hay que apresurarse a decir que de manera agradable– el Baix Empordà este viernes por la noche. La responsable del fenómeno fue la cantautora e intérprete María Peláe, que actuó en el Festival de la Porta Ferrada ante unos 1.200 espectadores, según datos de la organización. La malagueña se presentó en compañía de un combo integrado por guitarra, batería y teclado/saxo, así como un par de palmeras/coristas/bailarinas, de brillante proceder por cierto (lindos zapateaos en Yale, todavía en los minutos iniciales del concierto).
María Peláe (★★★✩✩)Lugar y fecha: Guíxols Arena (St. Feliu de Guíxols) (8/VIII/2025)Presentaba María Peláe su último álbum, El Evangelio, bonito ejercicio de base flamenca fusionando pop, dejes urbanos y picantes latinos, cuyo contenido combinó con temas más historiados. Es el caso, entre otros, de la ineludible La niña, o de Que vengan a por mí, un número especialmente indicado en tiempos como los presentes, en los que los reaccionarios van ganando posiciones.
Algunas voces han señalado a Peláe como la Lola Flores milenial. Aunque este tipo de etiquetas siempre son un tanto forzadas, algo hay de cierto. Sobre todo, cuando rapea flamencamente a mil por hora (tremendo arranque con La perra de Despeñaperros, por poner un ejemplo). Otras damas de la cosa como María Jiménez y especialmente Rocío Jurado (a la que dedicó un medley en las postrimerías del bolo), son referentes que también nos asaltan cuando disfrutamos de una propuesta que, por añadidura, se caracteriza por el filo de sus letras y el mucho e igualmente punzante humor que marcó el show. Descaro y conexión, poderío y aires de bulería, tanguillo y rumba, formaron parte de la velada. Brillaron, entre otras, la contagiosa e igualmente reivindicativa Santoral, los tumbaos latinos que decoraban la recuperada Letra menúa o la muy “dramática y lésbica”, en palabras de la propia cantante, Me duelen los ojos. Sin olvidar La llave al mar, en una clave ya más reposada, aunque culminada con una intensa coda de baile.
Más convencional resultó el segundo artista de la noche, Antoñito MolinaMás convencional resultó el segundo artista de la noche, Antoñito Molina, sin relación de parentesco con la voz de Soy minero, e inserto en una coordenada mayormente pop con destellos flamenquitos. Un discurso musical de escaso mordiente, asequible pero en todo caso efectivo, que transitó por temas como Me subo por las paredes, la vitaminada Ya no me muero por nadie o la postrera Por si mañana, así como un pase por el No estamos locos de Ketama.
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