Hermann Bellinghausen: Sin ojos en Gaza

Hermann Bellinghausen
N
o alcanza el tiempo para procesar la información cada día, a cada rato. Las televisoras y la prensa dominantes juegan el juego de mentir, ocultar y torcer en favor de Israel. El gobierno mexicano cumple con no cumplirle a vox populi y condenar al Estado (paria, pero de lujo) de Israel; está fatalmente amenazado por los chantajistas del norte, patrocinadores y a la vez subalternos de los modernos profetas de la destrucción que encabezan la teocracia militar israelí. No se puede pensar en Gaza, es impensable. Tampoco se puede dejar de pensar en Gaza, a riesgo de sucumbir a la indiferencia o indigestarse con la mentira Hasbara y sus aplicaciones prácticas.
Atrapado en el “asunto”, el cerebro se desespera, revuelve, pasma e indigna, impotente. Se abruma de datos, revelaciones, informes. El corazón duele, no sólo figuradamente; también como síntoma físico. Afecta el sueño, absorbe las conversaciones ensangrentadas entre amigos, colegas y con la gente más querida.
¿Qué queda? ¿Repetir informadamente la última frase de Netanyahu o de cualquiera de los asesinos intelectuales a sus órdenes, o de los generales y magnates que mandan sobre ellos? ¿Ver los repugnantes videos festivos de las tropas de la defensa (sí, dice “Defensa”) de Israel, así como el júbilo de los rubios “colonos” aplaudiendo los misilazos sobre Palestina para “compartirlo” en Tik Tok? Muchos israelíes resucitan el turismo bélico de la Primera Guerra Mundial cuando contemplan desde las colinas los bombardeos sobre la tierra que les prometieron.
¿Registrar el último dato, el más actualizado?: 61 mil muertos, 94 por ciento de los hospitales en la franja destruidos o dañados, miles de personas son animalizadas y exhibidas en su lucha mortal por comida, más de mil 700 han sido liberadas del suplicio por las balas obedientes de Dios. ¿Soportar al amo anaranjado cuando profiere insultos y se autoelogia ante las caras inertes, vacías, de los y las líderes de la Unión Europea, desnudas como el rey del cuento?
Cada día, cada noticiero, cada Instagram desdichado. Van 269 periodistas palestinos asesinados, la mayoría intencionalmente, o sea, ejecutados. ¿Sabía usted que en las cárceles israelíes hay 10 mil 800 palestinos y que 76 han muerto desde octubre de 2023? Los videos y las transmisiones en vivo desde Gaza resultan insoportables para quien mire todavía.
Nos sabemos engañados, espiados, amenazados. Es una guerra global, localizada en Gaza, pero con profundas repercusiones culturales en el mundo. En Occidente, la simpatía por Palestina, el mero rechazo a la hambruna y el genocidio, causan represalias, despidos y hasta cárcel en universidades, empresas de toda clase, televisoras y burocracias.
Los derechos humanos se crearon para los judíos cuando fueron víctimas, pero no los crearon ellos. Nunca les interesaron. Como los salvajes jueces bíblicos, sus principios son conquista y venganza, incompatibles con los derechos de los demás. Niños, mujeres, periodistas, médicos, enfermeras, maestras, poetas, madres y zapateros sin zapatos son mutilados y borrados diariamente en Palestina. Estamos ahítos de las mentiras tanto como horrorizados de la verdad que no logran ocultar. Nunca se vio una masa más grande de humanos famélicos. Matan de hambre a un país entero y a los sobrevivientes quieren mandarlos a Sinaí o Sudán, pues sólo merecen otro infierno.
Segar a Al Jazeera en Gaza es otra más. Aniquilaron al único medio global sobre el territorio arrasado. No hay límite ni contrapesos. Sólo un hedor a muerte que se derrama al futuro de todos y ya es insoportable. Reina la cobardía interesada de los países ricos. Y como botana, la fatídica maldad de poderes locales en África (Sudán, Ruanda) y América Latina (Argentina, El Salvador, Ecuador), serviles a Donald Trump, Benjamin Netanyahu y la corona británica. En el mercado de la guerra se imponen los mercenarios israelíes en África, las armas Made in Israel y las europeas y estadunidenses Tested in Gaza, available everywhere, al alcance de los fascistas que avanzan a gran velocidad en Occidente.
Investigados internacionalmente por crímenes y corrupciones, demandados por delitos repugnantes en sus propios países, los amos de la guerra quieren el Premio Nobel de la Paz. Ya nada es inaudito: que crean merecerlo, que se los lleguen a dar. Si compran Mundiales y Olimpiadas, pontificados y países, bien pueden premiarse en medio del descrédito anunciando balnearios y casinos sobre las ruinas y los huesos de Gaza.
Tel Aviv domina militarmente a toda su población; la mayoría le aplaude. La Casa Blanca invade su propio país desde dentro, estado por estado, ciudad por ciudad. Acomoda los distritos electorales para echar a sus oponentes en elecciones futuras que de todos modos no respetará si pierde. Dos gobiernos golpistas y dictatoriales. Saben lo que hacen, celebran lo que son y cuánto ganan. Comparten con sus súbditos los trofeos de su crueldad en el Coliseo mediático.
No tenemos escapatoria, atrapados en toda la verdad de esa mentira. Morir con Gaza. O perder los ojos en Gaza, ya para qué los quiero.
jornada