A menudo se diagnostica erróneamente y se malinterpreta... Es mucho más común de lo que parece.

Los trastornos neurológicos se producen debido a disfunciones en el sistema nervioso que permite que el cerebro se comunique con el cuerpo. En los trastornos neurológicos funcionales, las señales no pueden procesarse correctamente, lo que provoca problemas en funciones básicas como el movimiento, el habla, el pensamiento y la digestión.
Los pacientes a veces también pueden experimentar síntomas como “niebla mental”, dificultad para encontrar las palabras, dolor crónico y fatiga extrema. Si no se tratan, estos síntomas pueden durar años y algunas personas pueden necesitar usar una silla de ruedas durante la mayor parte de sus vidas.
Los trastornos neurológicos funcionales afectan entre 10 y 22 de cada 100.000 personas cada año. Esta tasa es incluso superior a la de enfermedades más conocidas como la esclerosis múltiple (EM). Sin embargo, los profesionales sanitarios a menudo no reconocen adecuadamente la enfermedad, lo que puede retrasar el diagnóstico y el tratamiento correctos.
Aunque la enfermedad puede afectar a personas de todas las edades y géneros, es más común en mujeres y jóvenes. En la población de pacientes, donde las mujeres constituyen aproximadamente dos tercios, esta diferencia de género disminuye con la edad.
Aunque las causas del TDF no se comprenden del todo, se cree que factores psicológicos como la predisposición genética, las experiencias de vida traumáticas, la ansiedad y la depresión pueden ser responsables. Sin embargo, no todos los pacientes tienen antecedentes de estrés o trauma severo.
En casos no tratados, la enfermedad puede progresar o los síntomas pueden permanecer constantes. Los programas de rehabilitación personalizados iniciados en una etapa temprana pueden ayudar a los pacientes a mejorar significativamente. El tratamiento suele ser realizado por un equipo multidisciplinar formado por fisioterapeutas, logopedas, psicólogos y médicos.
Dado que el trastorno neurológico funcional se ha entendido desde hace mucho tiempo a través del concepto de "histeria", también conlleva efectos negativos como la frivolidad y la estigmatización hacia las pacientes femeninas. Sin embargo, en la medicina moderna esta enfermedad se acepta como una condición neurológica legítima y se lucha contra los prejuicios sexistas.
En los últimos años se han producido grandes avances en la concienciación, la investigación y los métodos de tratamiento de la enfermedad. Las organizaciones centradas en los pacientes y las redes de apoyo están trabajando activamente para impulsar mejoras en los sistemas de salud, la investigación y la educación.
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