El Ballet Ruso Eifman pasó por Estambul

Escritor invitado: Yazgülü ALDOĞAN
Boris Eifman, artista ruso que dedicó toda su vida a la danza y el ballet, consagró su vida a la danza y al ballet. La importancia que los rusos otorgan al ballet y la representación de las características de la raza eslava en el escenario propiciaron el surgimiento de bailarines rusos de fama mundial como Nureyev. Eifman comenzó a practicar ballet a temprana edad, pero probablemente por no tener un cuerpo tan atlético como el suyo, se volcó en la creatividad coreográfica y, en lugar del ballet clásico, fundó su propia escuela y ballet en San Petersburgo, estableciendo así el ballet moderno y contemporáneo, y, además, el teatro de ballet. Eifman, quien alcanzó gran fama mundial adaptando obras famosas de la literatura rusa al ballet, conquistó a los amantes del arte en Estambul con sus ballets «Ana Karenina» y «Hamlet ruso», que reflejan la lucha de poder del príncipe ruso Pavel. Además, impartió clases de ballet para estudiantes de conservatorio.
Mientras jóvenes estudiantes de ballet, tanto chicos como chicas, practicaban la técnica con la repetición de la asistente de Boris Eifman, Lyubov Andreeva, en el Estudio de Ballet del Centro Cultural Atatürk, tuve la oportunidad de ver esta obra y luego el documental sobre la vida de Eifman. ¿Cómo logran esta técnica y estilo las bailarinas que vuelan como pájaros en el escenario, alcanzan el cielo en brazos de su pareja o bailan de puntillas durante minutos, como hadas con sus tutús? Había visto algunas escenas de esto en "El cisne negro", interpretada con gran éxito por Natalie Portman, y en la película sobre la vida de Nureyev.
LECCIÓN EN VIVOFue una experiencia diferente observar a los jóvenes con acné, que les sentaba de maravilla, y a las jóvenes con el pelo despeinado recogido en un moño, en chándal, observando las figuras que mostraba la instructora y repitiéndolas en la sala observándose a sí mismas. Sabemos cómo les sangran las uñas de los pies y se les cansan los músculos tras horas de práctica con esas zapatillas de ballet con escayola en la punta. ¡Los bailarines de Eifman no solo eran estéticos, sino también muy acrobáticos! Es imposible creerlo sin ver cómo la bailarina se eleva sobre sus brazos presionando las caderas desde detrás del bailarín y cómo baila en lo alto agarrándose solo con una mano. En la clase de una hora, los alumnos practican las figuras una y otra vez, sudando profusamente, intentando hacer los pasos que les indica la instructora tal como ella quiere, y para alcanzar la actuación que vemos en el escenario, necesitan trabajar incansablemente, no durante horas, sino durante años sin rendirse. Aunque la clase de baile que vimos como un cuadro de Degas termina al cabo de una hora, la técnica y la estética logradas con tanto esfuerzo son, lamentablemente, efímeras. Los bailarines abandonan el escenario muy pronto, tanto física como estéticamente, y continúan sus carreras como coreógrafos e instructores. Como una estrella fugaz.
BirGün