Una investigación periodística revela cómo el manicomio fue el destino de las mujeres díscolas

En Galicia, el manicomio del Conxo fue durante décadas un centro donde mujeres que no encajaban en los parámetros sociales de su época eran encerradas. La periodista y escritora Carmen Valiña, a través de una investigación rigurosa, desentraña en As tolas que non eran (Las locas que no lo eran), editado por Galaxia, el destino punitivo de esas personas.
El libro narra las historias ocultas detrás de más de 400 expedientes archivados, muchos de ellos de mujeres que nunca padecieron trastornos mentales, pero sí fueron víctimas de un sistema que usaba la psiquiatría como herramienta de control social y de género.
La historia comenzó para Valiña desde el trabajo sobre la memoria de mujeres anónimas en Galicia. "Tuve constancia de que en el archivo de Galicia se conservaba la documentación del Manicomio del Conxo, entonces intuí hasta qué punto ese manicomio permitía restituir esas vidas", explica la autora.
Su hipótesis inicial, de que la mayoría de estas internas procedían de clases populares y rurales, se confirmó con el análisis de los documentos: "Eran historias que iban mucho más allá del médico. Lo descubrí porque hay correspondencia, hay historias familiares, las propias palabras de las internas, y eso permitía construir un relato contado por ellas mismas".
Muchas de estas mujeres fueron encerradas no por razones clínicas, sino porque eran “incómodas” para sus familias o para la sociedad patriarcal que las rodeaba. Madres solteras, jóvenes que se negaban a aceptar la autoridad masculina, mujeres que intentaban divorciarse o aquellas cuyos maridos emigraban y ellas decidían rehacer su vida, fueron etiquetadas como “locas” sin razón.
Entre los casos que marcan el libro está María, una joven casada que sufrió lo que el expediente describe eufemísticamente como “un susto” en el camino, una violación que llevó a la muerte de su amiga y que desencadenó trastornos posteriores, pero que fue minimizada en la documentación.
La periodista e investigadora Carmen V. Valiña (Zas-A Coruña, 1985). Foto: redes sociales.
Otro caso emblemático es el de Manuela, que emigró a Cuba buscando una vida libre y fue acusada de llevar “una vida de cabaret”. Al regresar a Galicia, fue internada en el Conxo por negarse a ajustarse a los roles femeninos tradicionales. Ella prefirió fumar, salir y rechazar la autoridad de sus hermanos.
Las mujeres internadas tenían perfiles muy diversos, pero predominaban las que sufrían diagnósticos imprecisos, muchas veces contradictorios y más sociales que médicos. Los manuales psiquiátricos de la época asociaban el “histerismo” con mujeres jóvenes, solteras o viudas, aquellas que carecían del control masculino. También había mujeres con diagnósticos de esquizofrenia o psicosis puerperal, aunque frecuentemente sin seguimiento clínico claro.
El manicomio en sí era un espacio de sufrimiento. Perteneciente a la beneficencia, pero con una sección de pago, en él predominaban las mujeres pobres, analfabetas y procedentes de entornos rurales, a las que las administraciones provinciales derivaban allí. Las condiciones eran pésimas. “Las denuncias por el trato masificado y la falta de atención individualizada no solo provenían de los internos, también de profesionales del Conxo”, señala la autora.
La correspondencia de las internas revela un deseo constante de salir, de reclamar su cordura y denunciar abusos, incluso violencia por parte de las monjas a cargo del centro.
A pesar de las adversidades, estas mujeres desarrollaban vínculos dentro del manicomio: se ayudaban para escribir cartas, cuidaban a las madres que daban a luz dentro del centro y compartían tareas domésticas. Sin embargo, la salida era incierta. Muchas permanecían allí hasta su muerte, sin registro preciso ni memoria pública.
“Las familias las consideraban una carga y preferían el olvido. La vergüenza silenciaba sus historias”, explica Valiña. Solo recientemente, con la publicación del libro, se han iniciado consultas familiares para reconstruir estas memorias. Esto representa un ápice de esperanza para quienes buscan dar luz a tanta incertidumbre.
El papel de las instituciones fue fundamental para mantener este sistema de represión. La familia solicitaba el ingreso, mientras que el Conxo, propiedad de la iglesia, ejercía un fuerte control moral. El manicomio fue concebido como una herramienta para contener a personas disidentes, no para su recuperación. Mujeres procedentes de cárceles eran derivadas allí y, aunque a veces el equipo médico intentaba dar el alta, las familias se negaban o simplemente no podían hacerse cargo. Así, muchas de ellas quedaron encerradas como si fueran un problema social más que pacientes a tratar.
Una de las salas del psiquiátrico de Conxo, en el que las internas aprendían a coser.
En los expedientes se percibe claramente que el diagnóstico médico era muchas veces una excusa para reprimir conductas consideradas rebeldes: “Mujeres que bebían, madres solteras o que querían salir de casa eran catalogadas como locas o histéricas. Se les atribuía un carácter sexual irresponsable, como si eso justificase el encierro”, destaca la investigadora.
Las cartas conservadas revelan malos tratos, como el uso de ataduras, y denuncian el maltrato sistemático en el centro, aunque estas denuncias nunca llegaban a las familias ni a la opinión pública. Estaba prohibido que la correspondencia saliera del establecimiento.
Esta historia no fue una excepción aislada, sino parte de una red de represión que funcionó en España, especialmente durante la Guerra Civil y el franquismo. Investigaciones similares en otras regiones como Catalunya o Málaga confirman que la psiquiatría fue utilizada como un instrumento para castigar a mujeres y otros grupos considerados incómodos para el régimen y la sociedad.
Aunque hoy ya no se encierra a las mujeres por ser madres solteras o por tener relaciones antes del matrimonio, persisten “formas más sutiles” de control y silenciamiento. “Aún se usan palabras como loca o histérica para desacreditarlas y negarles autoridad o credibilidad. La violencia contra los cuerpos y comportamientos femeninos se ha desplazado a redes sociales y debates públicos”, advierte la autora. Las estructuras patriarcales, aunque invisibles, siguen marcando la vida de las mujeres.
La periodista e investigadora Carmen V. Valiña (Zas-A Coruña, 1985). Foto: redes sociales.
La transformación de los manicomios en España fue larga y compleja. A partir de los años 70 y 80 se iniciaron procesos de desinstitucionalización y una nueva mirada sobre la salud mental basada en derechos y en la reinserción social. Los centros psiquiátricos dejaron de ser cárceles para convertirse en espacios terapéuticos, aunque la estigmatización persiste y las formas de exclusión social cambiaron más que desaparecieron. El libro de Valiña, al rescatar estas historias, abre la reflexión sobre los mecanismos históricos de control y exclusión de las mujeres, y sobre cómo estos aún resuenan hoy.
Finalmente, la autora resalta el valor de la resiliencia de estas mujeres que, a pesar de su condición y aislamiento, mantuvieron la cordura y el deseo de vínculo con el exterior. “Si tuviera delante a una de ellas, le diría que fue muy valiente, que gracias a sus cartas podemos conocer su historia. Que resistieron, que sus vidas valen y que esta memoria nos interpela hoy a seguir cuestionando y desmontando esas formas de control.”
As tolas que non eran es un acto de justicia histórica y una llamada a la reflexión sobre las formas en que las sociedades trataron y tratan a quienes no encajan en sus normas, particularmente a las mujeres. En la memoria de todas ellas, encerradas en el Conxo, resuena un eco necesario para entender el presente y evitar que esas sombras vuelvan a imponerse.
El proyecto no termina aquí. Carmen Valiña tiene la intención de seguir investigando, esta vez centrada en los expedientes posteriores a 1936, cuando la Guerra Civil y el franquismo reconfiguraron los mecanismos de represión.
“Seguramente aparecerán nuevos perfiles, quizás más ideológicos. Me interesa avanzar en el tiempo y ver cómo evoluciona el uso del manicomio como herramienta de control”, explica. La autora también destaca la fuerza de las conexiones que el libro está generando: familiares que buscan reconstruir historias, lectoras que reconocen patrones aún vigentes. “Es muy potente todo lo que se está activando. Esto no es solo un cierre, es una apertura”, concluye.
As tolas que non eran (Las locas que no lo eran), de Carmen Valiña (Galaxia).
Clarin