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¡Escuelas presenciales! ¿Un regreso al pasado o un paso adelante?

¡Escuelas presenciales! ¿Un regreso al pasado o un paso adelante?

Parece que, en 2025, debemos recordar lo obvio: la escuela no es un centro comercial ni un desfile de TikTok. Es un espacio de aprendizaje. Y aprender requiere concentración, silencio y la capacidad de lidiar con el aburrimiento. Es en este aburrimiento donde se forman las ideas, se estructura el pensamiento y, sobre todo, se crece. El teléfono inteligente es, por definición, un enemigo del aburrimiento. Por eso, me parece bastante obvio que tiene poco o ningún lugar en la escuela.

Pero ojo: no estoy en contra de los celulares. Incluso estoy a favor de los de verdad. ¿Recuerdan? Esos robustos, con botones, que solo hacen llamadas y nos obligan a tener paciencia enviando SMS letra por letra, tecla por tecla, sin autocorrector ni emojis , y que, como mínimo, nos permiten jugar unos minutos a Snake. El legendario Nokia 3310, por ejemplo, nunca ha grabado un video para YouTube, no permite el desplazamiento infinito en Instagram y ni siquiera sabe qué es una notificación. Es un teléfono, y cumple precisamente esa función. Punto.

¿Y si volviéramos a esta simple idea? Llamar para emergencias, no para escapar de la realidad. Comunicarse con los padres, sí. Crear grupos de WhatsApp para compartir videos de compañeros llorando durante el recreo, no. Porque el problema no es la tecnología en sí, sino el nivel de distracción y ansiedad que los teléfonos inteligentes han traído a las mochilas de esta generación.

Dicen que prohibir es autoritario. No estoy de acuerdo. Prohibir los teléfonos inteligentes en las escuelas no es censura: es higiene mental. Es protección. Es crear un espacio donde los estudiantes puedan estar presentes. Presentes plenamente, con sus ojos, sus cuerpos y sus mentes. Este órgano aún está en desarrollo y necesita ser estimulado por la historia, no por las historias de Instagram.

Algunos abogan por la integración pedagógica de los teléfonos inteligentes en el aula. Claro que, en un mundo ideal donde todos los estudiantes sean maduros, los profesores dominen la tecnología y las aplicaciones educativas no se vean interrumpidas por notificaciones de TikTok ni anuncios inapropiados, en la realidad esto se llama utopía digital. Y aunque la madurez emocional no se puede descargar de la App Store, quizá valga la pena asumir que deberíamos dar un paso atrás.

No se trata de volver al pasado. Se trata de reconocer que, tal como está, no funciona. Los teléfonos inteligentes no aportan absolutamente nada, solo restan. Quitan tiempo, concentración, espacio mental e incluso libertad. Por otro lado, los teléfonos táctiles permiten autonomía sin distracciones, contacto sin distracciones. Son una solución simple, eficaz y profundamente liberadora. Un regreso a la esencia sin GPS.

Así que sí: escuelas presenciales. Apaga tus smartphones y crea conexiones genuinas. La escuela no necesita más tecnología. Necesita más tiempo, más presencia, más silencio. Y quizás, quién sabe, más 3310.

observador

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