El estadio del Rayo Vallecano, la historia del parque de las Siete Tetas y las empanadas argentinas

Las leyendas urbanas, muchas veces, pueden causar intriga y fascinación. Sin embargo, también pueden provocar rechazo y, sobre todo, mucho prejuicio.
Un paseo por Vallecas derriba cualquier frase al estilo “yo no me metería allí” o “no me bajaría en la estación Puente de Vallecas”.
Puede que no tenga el brillo de los clásicos baluartes de Madrid, pero el distrito Puente de Vallecas -más conocido como Vallecas, a secas- tiene su impronta y, con total seguridad, merece una chance visitar sus rincones.
La mejor opción para recorrer esta zona ubicada al sur de la Almendra Central (parte de Madrid comprendida dentro de la circunvalación M-30) es tomar la línea 1 del metro en la Gran Vía.
Estación de subte en Vallecas. Foto Nicolás Fresco
La parada para descender puede ser Puente de Vallecas -ingreso al distrito-, pero en este caso el interés por el fútbol puede más -cuándo no- y la opción de bajar en la estación Portazgo gana el partido subterráneo.
Al salir por la avenida de la Albufera -la arteria principal-, lo primero que aparece son las tribunas del Estadio de Vallecas, hogar del Rayo Vallecano, equipo de la primera división de la liga de fútbol de España, que siempre da pelea pese a su corto presupuesto.
Hasta no hace mucho tiempo se podía hacer una visita sin reserva, pero la nueva dirigencia se ha puesto muy estricta y ya no es tan fácil el ingreso para ver este pequeño reducto que no llega a cubrir 15 mil espectadores. Su estructura tiene alguna semejanza con el estadio Diego Armando Maradona, de Argentinos Juniors, en el barrio porteño de La Paternal.
Portazgo y el fútbol del Rayo Vallecano. Foto Nicolás Fresco
El barrio pareciera tener un ritmo cansino, silencioso, pero con mucho para dar. Está lejos de ser ese sitio de mala fama que los propios madrileños pueden llegar a decir. Los alrededores del estadio del Rayo confirman la buena vibra del lugar.
Por la avenida de la Albufera se ven barcitos y cafés típicos como Mesón Moreno, algunas tiendas e incluso un local de Sabores Express con la promoción de empanadas de Argentina. También se ve la panadería Granier, con varias sucursales en la capital española.
Las tranquilas calles del barrio. Foto Nicolás Fresco
Por la avenida hay un buen ritmo de autos, pero no es descomunal. Se destaca la limpieza, la tranquilidad y algunas ropas que cuelgan de los edificios estilo monoblock, pero adaptados a la modernidad. Todo muy prolijo.
Por la calle Arroyo del Olivar, que bordea la casa del Rayo, se encuentra un muy lindo parque, llamado Juan José García Espartero, para las familias que desean pasear con sus niños. Este espacio verde es uno de los tantos que habitan en estas latitudes madrileñas.
Por esta zona prácticamente no circulan turistas. Incluso los vecinos se sorprenden con la visita de alguien foráneo. Eso sí: a la hora de recomendar un lugar todos recomiendan ir al Parque de las Siete Tetas, la máxima atracción del distrito.
Espacios verdes. Foto Nicolás Fresco
Tan peculiar nombre, además de generar intriga, invita a una recorrida. De esta manera, la caminata por la avenida de la Albufera queda atrás para tomar la calle Cantalapiedra hacia el norte.
Por esta vía se observan algunas tiendas de deportes reconocidas, como Decathlon Vallecas, y en la intersección con Risco de Peloche uno se topa con el moderno Centro Cultural y la Biblioteca Portazgo. Aquí suelen hacerse distintos espectáculos musicales y es otro lugar de encuentro.
Una cuadra más por Cantalapiedra lleva a la calle José de Paulete, donde se inicia el amplísimo parque Cerro del Tío Pío, más conocido como Las Siete Tetas.
Tiendas y edificios típicos que se ven en Vallecas. Foto Nicolás Fresco
¿Por qué este llamativo nombre? Porque allí, entre caminos perfectamente diseñados con farolitos típicos, se crearon de manera artificial siete montículos que reemplazaron una antigua aérea de casas precarias. En aquellos viejos tiempos Pío Felipe Fernández fue un personaje muy popular y querido del barrio. Por esta razón, el nombre oficial es Cerro del Tío Pío.
Al llegar al punto más alto -hay diferentes panorámicas- el ascenso no fue nada en vano porque efectivamente se ve Madrid desde arriba. Algunos llegan corriendo, otros haciendo footing y otros tantos paseando con los carritos de sus hijos. Reina la tranquilidad y, por supuesto, la avidez por sacar una y mil fotos.
La bajada del Parque de las Siete Tetas puede dejar una parada en el Mercado de Numancia, un tinglado con bares y restaurantes para darse el gusto de disfrutar de un clásico tapeo.
El estadio, por ahora cerrado a las visitas. Foto Nicolás Fresco
De regreso a la avenida de la Albufera, en dirección al este, la estación de metro que le sigue a Portazgo se llama Buenos Aires, que a su vez se encuentra con la avenida de Buenos Aires.
A través de este aire porteño en tierras españolas se puede recorrer en un camino ascendente otro parque, en este caso, el Azorín, de gran magnitud y belleza por su estética en el diseño de sus senderos, por sus álamos, cedros y cipreses y por el gran estanque de agua en la cima.
Los portones del Estadio de Vallecas aún conservan panfletos con el anuncio del XXII Encuentro del Libro Anarquista de Madrid. Las empanadas de Sabores Express saben como en cualquier parte de Argentina. La avenida de la Albufera cede paso a un manso atardecer. El retorno al centro de Madrid es, finalmente, por Puente de Vallecas, un escenario similar al de avenida Rivadavia y General Paz, pero sin tanta gente como en la capital argentina.
¿Peligros? Ninguno, o tal vez sí. Pero la vida es riesgo y, si bien no hay que subestimar ciertas alarmas, el camino del explorador nunca se detiene.
Clarin