Estos pájaros establecen lazos de amistad para ayudarse a criar sus polluelos

Hay años en los que apenas sobreviven unos polluelos y eso que crían dos veces al año. En la sabana africana, las condiciones son tan duras para los estorninos soberbios (Lamprotornis superbus) que si no fuera por la cría cooperativa que practican, probablemente se habrían extinguido hace tiempo. Ahora, un trabajo apoyado en 20 años de observaciones y publicado en Nature, ha descubierto que cada temporada unos pocos crían y muchos cuidan sin que haya lazos de parentesco entre ellos. De hecho, en su mayoría la ayuda la protagonizan inmigrantes. A cambio, los que hacen de ayudantes en una estación recibirán la asistencia de los mismos a los que asistieron cuando, más adelante, les toque a ellos reproducirse. Esta reciprocidad entre individuos que no son parientes es un comportamiento animal extremadamente raro.
Aunque hay masas de bosque seco en las casi 20.000 hectáreas que tiene el Centro de Investigación Mpala (Kenia), lo que manda es la sabana. Los estorninos soberbios anidan en arbustos de este parque repletos de espinas, pero tienen que enfrentarse a una miríada de depredadores, que llegan a los nidos tanto por el suelo como por el aire. Esta zona de África oriental tiene dos temporadas de lluvia, la corta (de octubre a enero) y la larga (de marzo a junio) que aprovechan estos coloridos pájaros para la doble puesta. Pero la climatología es muy irregular y hay años en los que el tiempo se salta alguna de las estaciones. Esas son las condiciones en las que crían que estos estorninos. Lo hacen de forma cooperativa: unas parejas se reproducen mientras los demás ayudan a sacar adelante a los polluelos. Se estima que el 10% de las especies de aves tienen esta conducta.
“Las precipitaciones (y, por lo tanto, la disponibilidad de alimento) son muy impredecibles de un año a otro. Esto hace que las condiciones sean muy duras e inciertas para las aves”, cuenta el ornitólogo de la Universidad de Columbia (Estados Unidos), Dustin Rubenstein. A comienzos de siglo, Rubenstein fue por primera vez a Mpala como parte de su doctorado. “Llevamos haciendo trabajo de campo de forma continua desde 2001, hace 25 años. Voy una vez al año, pero últimamente paso cada vez menos tiempo allí”, comenta. Ahora son los estudiantes de su laboratorio los que pasan horas observando a varias bandadas de estorninos soberbios. Los resultados de dos décadas de observaciones y 40 temporadas de cría han desvelado lo especial de estas aves cuatricolores.
En las nueve bandadas que estudian, con decenas de efectivos cada una, han visto que solo cría una pequeña parte, unas siete parejas de media. El resto de ejemplares, hasta 17 por pareja, hacen de ayudantes, proporcionando comida a los polluelos o defendiendo el nido. Renunciar a procrear, a tener descendencia, es un sinsentido evolutivo, a no ser que los que crían sean tus parientes; solo así tus genes se aseguran la continuidad, es lo que se llama selección por parentesco.
El equipo de Rubenstein, que había anillado a 1.175 estorninos soberbios para identificarlos, también habían tomado muestras genéticas para saber su grado de relación. Esto les llevo a confirmar que sí, que estos pájaros ayudan a sus parientes a sacar adelante a sus crías. Pero lo que también descubrieron es que en muchos de los casos no había parentesco entre el ayudante y la pareja reproductora.

De hecho, tanto las hembras como los machos venidos de otros grupos protagonizaban la ayuda. Si renunciar a procrear en favor de un pariente puede ser un sinsentido, hacerlo en favor de extraños, es lo más parecido a un suicidio ecológico. Pero resulta que el papel de los inmigrantes es vital. “Debido a que viven en entornos hostiles e impredecibles, la reproducción es baja e irregular a lo largo de los años”, cuenta Rubenstein. “Los grupos no pueden subsistir únicamente con la producción de crías. Necesitan permitir la incorporación de inmigrantes no emparentados de ambos sexos. Sin ellos, los grupos se desintegrarían y se extinguirían al reducirse demasiado para persistir”, añade. Sin embargo, para reclutar ayudantes de fuera, deben permitirles reproducirse. Y es esto lo que también han comprobado. Tras unas temporadas de cría como ayudantes, se produce un cambio de roles y el inmigrante puede procrear mientras es ayudado por los residentes. Hasta el 73% de los ejemplares cambiaron de papel más de una temporada.
Pero la ayuda no es arbitraria ni aleatoria. Los que una temporada crían y en otra cambian a ayudantes, tienden a asistir a los mismos que les ayudaron en el pasado en un rarísimo caso de asistencia mutua. “Estas relaciones de ayuda recíproca sirven para estabilizar estas sociedades de parentesco mixto, que deben formarse en estos entornos duros e impredecibles si los grupos quieren evitar extinguirse”, explica Rubenstein. La ayuda, en especial desde los que vienen de fuera, tiene otro efecto positivo: como demostraron en otro trabajo, con el aumento del tamaño del grupo, aumentan las posibilidades de supervivencia (incluida la propia).
Altruismo sin interés sexualAl profundizar en la reciprocidad, el escenario se complica. El interés directo e inmediato, por ejemplo, ayudar a una potencial futura pareja, parece no contar aquí. La mitad de relaciones de ayuda mutua eran entre miembros del mismo sexo. El altruismo —ayudar sin esperar nada a cambio ni con una ventaja evidente— es excepcional y reservado a unas pocas especies, como los grandes simios y algún que otro mamífero. Entre los humanos funciona el cálculo racional y las expectativas futuras, pero parece algo aventurado imaginar tales habilidades cognitivas en estos pájaros. “Muchas de estas aves están forjando amistades con el tiempo”, opina Rubenstein. “Nuestro próximo paso es explorar cómo se forman estas relaciones, cuánto duran y por qué algunas se mantienen sólidas, mientras que otras se desmoronan”, termina.
La bióloga Irene García Ruiz, que trabajó en el laboratorio de Rubenstein, recuerda que la cría cooperativa tiene muchas modalidades en un continuo que va desde los insectos eusociales, como hormigas o abejas, entre los que solo procrea una, la reina, hasta las parejas aisladas. Entre medias estarían los estorninos, pero también los humanos, en especial los de las comunidades tradicionales. “Lo que cuesta un poco de explicar es por qué vas a invertir tiempo y recursos en criar otros individuos que no son tus hijos”, dice esta investigadora, no relacionada con el estudio de los estorninos soberbios. “Casi toda la literatura sobre este tema se basa en la selección por parentesco. Y lo que estamos descubriendo, cada vez más, es que no es la única razón por la que se ayudan, aunque sí tiene un papel clave”, añade.
Hace 22 años, investigadores españoles descubrieron que el rabilargo ibérico, un ave que también practica la cría cooperativa, ya tenía este intercambio de papeles entre ayudante y reproductor. “Entre las aves con cría cooperativa, ser ayudante es el paso previo a ser reproductor, ayudan en espera de que les toque su turno, pero una vez que son reproductores ya no vuelven a ayudar”, dice la bióloga y profesora de la Universidad de Málaga, Juliana Valencia, primera autora de aquel trabajo de 2003. “En estos estorninos, como en el rabilargo, existe intercambio de papeles”, destaca Valencia, que se pasó más de dos décadas estudiando a estos pájaros. “Al final de junio, final de la temporada de cría y cuando el calor aprieta en los campos de Badajoz donde los estudiábamos, observamos cómo el número de ayudantes de los últimos nidos llegaba hasta 11 o 12, mientras que al comienzo de la temporada eran dos, uno o ninguno”, completa. Es como si echaran una mano en los momentos más críticos. Valencia está convencida de que entre los rabilargos ibéricos, además del intercambio de papeles, también había reciprocidad y ayuda mutua como en los estorninos. “Tengo los datos, pero nunca los publiqué”, completa.
Valencia reconoce que a los ecólogos y etólogos no les gusta mucho la idea de la reciprocidad sin parentesco. Primero, porque es difícil demostrar. “Solo se puede hacer con estudios a largo plazo y ¿quién te va a financiar para investigar lo mismo durante 20 años?“, se lamenta. Segundo, porque reconocer que los animales pueden tener comportamientos muy parecidos al altruismo les presupone unas habilidades cognitivas que no todos aceptan. ”El problema es que queremos humanizar toda conducta animal y muchos comportamientos han evolucionado sin intervención humana", concluye.
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