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Tomatito, carta de amor flamenca al Palau de la Música

Tomatito, carta de amor flamenca al Palau de la Música

José Fernández apenas era un crío cuando Camarón lo llevó consigo a tocar en los tablaos de la plaza Reial, en los años 70, antes de que La leyenda del tiempo revolucionara el mundo del flamenco y diera a conocer un nuevo nombre de la guitarra: Tomatito, que desde aquel entonces unió su nombre al de la ciudad de Barcelona. Un vínculo que este año, el 24 de octubre, honrará con un concierto especial de homenaje a Camarón, a Paco de Lucía y a la ciudad que le acabó de enamorar cuando visitó por primera vez el Palau de la Música. Lo hará junto a su banda de siempre acompañada por Carles Benavent y la armónica de Antonio Serrano, componentes del último sexteto de Paco de Lucía, además de su hijo, José del Tomate.

Casi medio siglo después de sus primeras actuaciones en Barcelona, con 67 años, Tomatito todavía conserva la melena rizada que le ha caracterizado, y las manos recias para tocar, que mueve mientras habla en el hotel Alma. El guitarrista está de paso por la ciudad para grabar con Antonio Sánchez, compañero de Pat Metheny y autor de la banda sonora de Birdman, la sección de batería de uno de los temas que incluirá en su próximo disco, una pieza de homenaje a George Benson en la que ha colaborado el propio músico de Pennsilvania.

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Patti Smith, durante su última actuación en Barcelona, en el 2023

“Ir al Palau era como ir al Carneggie Hall de nueva York, o al Royal Albert Hall”, recuerda Tomatito, que no había visto el recinto por dentro hasta que se subió en 1980 a sus tablas para acompañar a Camarón. Fue en las Primeras Jornadas Flamencas, donde además del gran cantaor se pudieron escuchar las voces de el Lebrijano, Chocolate o Fernanda y Bernarda de Utrera. Nueve años después, el dueto regresaría en solitario al Palau en un doble concierto de nombre Camarón con tomate para consagrarse definitivamente.

Por aquel entonces el guitarrista almeriense llevaba ya más de 10 años junto a Camarón, que le fue a buscar a casa de sus padres para llevárselo de gira, y con el que debutó en Barcelona actuando en lugares como el tablao Cordobés o la sala Apolo. “Había muchos gitanos en la plaza Reial”, recuerda Tomatito. “Camarón me llevaba nueve años y el que sabía era él, pero yo lo he vivido todo a su lado”.

El de San Fernando lo acogió como un padre musical, y le enseñó sin decirle nada, “era tan sabio que me dejó que me hiciera yo el cantao sin decirme, prefirió enseñarme en el momento que decirme cosas”. Lecciones de un grande que habrían desconcertado a muchos, “pero yo era tan jovencillo que era un juego para mí, si me hubiera pillado con más edad habría sido diferente” afirma enarcando las cejas. “Pero yo era un crío, me crio él, llegó a casa a por mí cuando estaba en el colegio, era una cosa natural”.

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Una cosa ha tenido clara Tomatito desde aquellos primeros años, y es la preeminencia del cante sobre la guitarra, “el instrumento natural de la vida es la voz, todos los instrumentos quieren imitarla”. Para el almeriense toda interpretación instrumental persigue imitar a la voz, que no puede reemplazar ni el mejor virtuosismo. “Si me paso una hora tocando los mejores arpegios, por muy bien que lo haga, la gente se levanta y se va. Si interpretas una falseta y no tiene musicalidad, no puedes cantarla, no vale, eso lo decía Paco. ¿A que puedes tararear Entre dos aguas?”.

Esta voz propia es lo que busca el guitarrista cuando toca piezas instrumentales, “quiero que haya un cante siempre, que se te quede”, apunta. Fue Camarón el primero en guiarle por este camino, “él me hizo grabar un disco solista, Rosas del amor, en 1987, él hizo un tema en el disco para ayudarme, pero me hacía grabar las cosas que yo sacaba en casa y en los hoteles”. ¿Y puede una guitarra sonar tan hermosa como la voz de una persona? “Soy un enamorado del cante, igual no soy la persona idónea para opinar” reconoce abriendo los brazos.

De Paco de Lucía, el otro homenajeado, Tomatito aprendió que la guitarra “no es competencia, tiene que ser diferente y aprender de todo, así es como se hace grande”, de lo contrario sólo se obtiene frustración. “Paco me ha criado, todo el mundo que ha querido competir con él se ha frustrado de la cabeza, eso no puede ser”.

El hambre de aprender fue el que llevó al guitarrista a unirse a Michel Camilo en un dueto definitorio del Festival de Jazz, que este año le otorgará la medalla de oro como reconocimiento de un vínculo largo y fructífero. “Con él empecé a interesarme por otras músicas, descubrí a Piazzola” recuerda. “Él vino con su historia, yo con el flamenco, y nos propusieron hacer algo juntos pero no sabía qué hacer”, reconoce. Probaron con Bésame mucho porque, reconoce, era lo único que sabía tocar fuera del flamenco, “y la gente se volvió loca”.

Camilo lo vio claro, le invitó a ir de gira por Japón y grabar un disco, que sería Spain, primera de sus cuatro colaboraciones hasta la fecha. “Yo me quedé alucinado, porque guitarra y piano no se llevan bien por personalidad, son de cuerda los dos, pero el piano es grande y poderoso y la guitarra chiquitita”. El secreto es “cuidarse el uno al otro, estar plenamente unidos ayudando siempre el uno por el otro”, enésima lección de un músico que rechaza el título de maestro porque el que ostenta este título “deja de aprender, y yo quiero seguir aprendiendo”.

lavanguardia

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