Psicología en Aconcagua Radio: Qué heridas cargan los hijos de padres separados

Una investigación del Observatorio para la Adolescencia de la UBA reveló cómo afecta a los hijos la separación conflictiva de sus padres. Violencia simbólica, duelos no elaborados, síntomas físicos y psíquicos, y hasta la desaparición de uno de los progenitores forman parte del complejo entramado que los chicos enfrentan cuando quedan en el medio del conflicto adulto.
Una separación conflictiva no solo deja marcas en los adultos. Muchas veces, los más afectados son los hijos, sobre todo cuando se los ubica en medio de un vínculo roto, cargado de violencia, disputas legales y afectivas sin resolver. En estos escenarios, los chicos quedan “partidos al medio”, como lo define el psicólogo Néstor Carlos Córdova, miembro del Observatorio para la Adolescencia de la UBA, que estudió el impacto de la ruptura parental en adolescentes y jóvenes.
En diálogo con Aconcagua Radio, Córdova profundizó en las conclusiones de un estudio realizado entre 2010 y 2012, que encuestó a 400 adolescentes del AMBA sobre temas como sexualidad, relaciones entre pares y dinámicas familiares. El estudio reveló que cuatro de cada diez adolescentes consultados eran hijos de padres separados, y que la mayoría de ellos había atravesado una experiencia de duelo marcada por altos niveles de conflicto.
“Lo que más nos llamó la atención fue cómo esas separaciones, cuando se tornan controvertidas o violentas, impactan en la construcción psíquica de los chicos. Muchos expresaron haber estado en medio de disputas sin poder elaborar el duelo necesario. Quedan partidos emocionalmente, obligados a elegir entre mamá o papá, sin poder integrar ambas figuras en su identidad”, explicó Córdova.
El impacto no distingue género. Tanto varones como mujeres manifiestan síntomas diversos: desde trastornos psicosomáticos, accidentes frecuentes, hasta conductas autodestructivas y dificultades escolares. “Se juega una escena originaria: la idea de haber sido concebido en un vínculo amoroso. Cuando esa escena se destruye, se produce una escisión interna que impide aceptar la nueva realidad familiar”, sostiene el especialista.
Uno de los puntos más críticos del fenómeno es cuando uno de los progenitores desaparece del vínculo con el hijo. Ya sea por decisión propia o por conflictos judiciales, hay adultos que directamente cortan contacto. “Eso genera un daño gravísimo. No se trata solo de la ausencia física, sino de un abandono de la función parental. Y muchas veces, el niño queda como rehén de un conflicto que no le pertenece”, remarca Córdova.
Otro factor que agrava estos escenarios es el uso de redes sociales. “Hoy las disputas no terminan en el ámbito privado. Las redes amplifican el conflicto. Hay fotos, indirectas, declaraciones públicas. Todo eso hace que el chico no solo esté en el medio del conflicto, sino también expuesto a una violencia simbólica constante”, advierte el psicólogo.
Cuando uno de los adultos instrumentaliza al hijo para dañar al otro, se produce lo que Córdova describe como “una exhibición del niño como objeto de goce o de uso”. Esta dinámica no solo impide una elaboración saludable del duelo, sino que puede generar una herida psíquica profunda, con consecuencias que se extienden incluso a las generaciones siguientes.
El especialista subraya que muchas veces, la violencia no es visible. “Hay un odio que los mantiene unidos en el conflicto. Es un vínculo que no se termina, sino que se transforma en una forma eterna de disputa donde el niño se convierte en la excusa o el campo de batalla. Es una forma de violencia mortífera, que no siempre mata, pero que puede dañar irreparablemente”.
Frente a este escenario, la escuela puede jugar un rol fundamental. Córdova señala que los equipos de orientación escolar podrían actuar como espacios de mediación y acompañamiento, especialmente en actos escolares u otras actividades donde se requiere la presencia de ambos padres. “La escuela puede ser ese tercer lugar, donde se muestre que es posible compartir espacios por el bien del niño, aunque la pareja haya terminado. Lamentablemente, ese rol se ha ido debilitando con el tiempo y necesita ser recuperado”, sostiene.
Consultado sobre qué pueden hacer los adultos para evitar estas heridas en sus hijos, Córdova es claro: “Hay que priorizar el derecho del niño a tener un vínculo saludable con ambos progenitores. No se trata de ser pareja para siempre, pero sí de asumir con madurez la responsabilidad compartida de la crianza. Separarse no debería significar despedirse también del rol de padre o madre”.
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