José Cueli: Esperanza

L
a esperanza de León XIV consiste en la sustancia de las cosas esperan. Espera que consiste en aceptar lo que se siente que se tiene. Revestir la vida de espíritu; de ser espíritus espoleados por el anhelo de nuestra categórica intuición creadora.
El ser existe y es fluir del tiempo. Y es más, sólo el ser existe
. La difuminación del ser a contracorriente pone el acento en sentido contrario a la unidad, la centralidad, la fijeza y la sistematización. Descubrieron que todo se mueve, se tornasola, se disgrega, desaparece y vuelve a aparecer.
Hace que cada momento, en cuanto realidad, sea un inquietante fluir inasible, encontrando la manera plástica de enunciarlo con la famosa imagen del hombre que no se baña dos veces en el mismo río, porque el río ya no es el mismo, las aguas ya no son las mismas; han dejado de ser lo que eran, no volverán a serlo jamás. Somos y no somos
, estamos y no estamos
. Por tanto, enuncia: Nada nace, ni nada muere, todo se transforma
. Y es que la variedad perpetúa las cosas, el centelleo de su incansable mutación pudiera engendrar la constitución natural del ser. Por tanto, el ser sería variedad, flujo, y reflujo de un movimiento constante. Es así como todo se le va desmadejando brumosamente hasta darle la impresión de que nada es nada, de que todo es ilusión, un delirio. La sustancia de esta confusión de sentimientos habría de registrarse un desencanto brusco y progresivo. Sus ideales se desvanecen en un delirio como un sueño confundido con la vida. Resultado del grado de fijeza en que, peregrino por los campos, se queda inmóvil y al andar, sutilmente, se percata de que entró al tiempo (tiempo puro, temporalización freudiana, recurso de temporalidad discontinua, pensamiento de la diferencia). Porque al andar no es otra cosa que tiempo. Lo impalpable, lo misterioso, el ser, eso
que se nos escapa siempre, se nos va de las manos. Y, ¿cómo apresar eso que falta
, eso que no se ve, eso que fluye, denso e inasible, que no es otra cosa que la firme existencia invisible del ser, que lo puso en contacto con una realidad indefinible que resume lo que buscaba: la faz invulnerable de la vida, su palpitante acecho? ¿No será que León XIV no habla de este ser que es fuerza de serlo tan oculto; se nos manifieste no a través de lo oculto, sino de lo visible, no sumido en la inmutabilidad, sino al contrario, en movimiento constante, moviéndose inquietantemente sobre los efímeros talones de lo transitorio? O sea, que no hay otra realidad del ser que ésta, la que nos está indicando mutación constante e inasible de las cosas del mundo.
jornada