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Hundir la espada hasta los dientes

Hundir la espada hasta los dientes

Desde que salió de la corte del Rey Arturo el Bello Desconocido se ha enfrontado con el Caballero del Vado Peligroso, con dos gigantes que querían violar a una doncella y con tres caballeros -Elin de Graies, el señor de Saies y Willaume de Salebrant– que han salido en busca de aventura. También se ha estado vapuleando con el Orgulloso de la Landa porque la doncella Helie se ha prendado de uno de sus perros de caza y no quiere devolverlo: venga, a defensar a la doncella. Y, finalmente, se ha atizado con Giflet, hijo de Do, para ver cuál de las dos doncellas –Margerie, una chica a la que no conocía de nada (la encontró en el camino), o la mujer de Giflet, Rosa Abierta (que está un poco pasadita como su nombre indica)– es la más bella. El premio es un gavilán en una percha de oro.

Lanzas quebradas, escudos agujereados, lorigas desclavadas, golpes de espada que hacen saltar chipas y abollan los yelmos, tantos como quieran. Y estamos todavía, como aquel que dice, en la fase de grupos. El Bello Desconocido manda a los caballeros vencidos a la corte del Rey Arturo (a los gigantes no: les hace picadillo), coloca a Margerie el perro y el gavilán y se va a la Isla de Oro, donde la Doncella de las Blancas manos se encuentra prisionera de un caballero que ha matado a ciento cuarenta y tres condes y reyes, les ha cortado las cabezas y las tiene clavadas en unas estacas, con yelmo y todo. Se zurran de lo lindo. La madera de los escudos salta hecha pedazos, las puntas de las lanzas arañan la loriga. Con un mandoble, el Bello Desconocido corta los lazos del yelmo de su rival y aprovechando que lleva la cabeza descubierta le hunde la espada hasta los dientes. Si todo esto lo hicieran ustedes, cargados de hierro como el Bello Desconocido, necesitarían meses para recuperarse. Pero el tipo monta un caballo, entra en el palacio, lo desarman y lo llevan frente a la doncella, que quiere casarse con él. Está ocupado –tiene que ir a la Yerma Ciudad a rescatar a una dama–, y después de intentar llevarse a la cama a la Doncella de las Blancas Manos (sin éxito), huye a escondidas.

El Bello Desconocido es un antecedente de futbolistas y tenistas que hoy juegan aquí, mañana allá

Aunque se trata de una novela de finales del siglo XII (edición de Victoria Cirlot en Siruela de 1983, ahora Cal Carré prepara la edición catalana de Anton Espadaler), el argumento es modernísimo. El Bello Desconocido es un antecedente de futbolistas y tenistas que hoy están aquí, mañana allá, juegan tres partidos por semana y, al terminar, se pasan una hora dando entrevistas. Es un precursor del espectáculo de nunca acabar. Y del cambio del relato del deporte y, en general, de la vida. Hasta hace poco teníamos un relato similar al de las novelas del XIX: un conjunto de acontecimientos, con éxitos y caídas, hasta la retirada. Ahora todo vuelve a comenzar cada vez sin una ligazón (una buena ligazón que lleve a un buen final). Cada partido es un mundo. El modelo son las series de dibujos, las sitcoms y los videojuegos. Y las novelas artúricas de finales del siglo XII.

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