En Aconcagua Radio Santiago Kalinowski cuestiona a la RAE y analiza los cambios del idioma: "La lengua no pide permiso":

Durante una entrevista con Aconcagua Radio, el lingüista y lexicógrafo Santiago Kalinowski repasó con claridad y humor algunas de las tensiones actuales en torno al uso del lenguaje en la Argentina y el mundo hispanohablante. Desde la polémica inclusión del término “pelotudo” en el diccionario de la Real Academia Española (RAE) hasta el fenómeno del lenguaje inclusivo, Kalinowski subrayó la autonomía de los hablantes frente a las instituciones lingüísticas.
“Esta es una noticia que ya tiene 24 años”, comentó en relación a la inclusión del término “pelotudo” en la edición 2001 del diccionario de la RAE. “Cada tanto, alguien relanza la noticia como si fuera una aprobación o una aceptación nueva. Y ahí ya vamos a meternos con el problema”, agregó.
Kalinowski fue claro al marcar una crítica a la autoridad que muchos le atribuyen a la RAE: “Desde el punto de vista lingüístico, la Real Academia Española no tiene ningún asidero como árbitro de lo que está bien o mal. Es una construcción cultural que logró instalarse y que muchas veces dice cosas realmente aberrantes”.
Con respecto a la palabra “pelotudo”, señaló su uso extendido en la literatura latinoamericana y cómo eso anticipa su existencia mucho antes de su “oficialización”: “Está documentada en el propio corpus de la Real Academia desde el año 61. Aparece en textos de Sábato, Vargas Llosa y Cortázar. Si llega al diccionario recién en 2001, quiere decir que la palabra tenía 60 años de retraso”.
Además, explicó que su inclusión formal no cambia el modo en que la gente la usa. “Los insultos no significan una sola cosa. Se puede decir ‘pelotudo’ como forma de agresión o como muestra de cariño entre amigos. No es lo mismo en una discusión de tránsito que entre personas con confianza”, explicó. Y añadió: “En cambio, con ‘boludo’ tuvimos que bajarla de su categoría de insulto. Hoy cumple una función de vocativo, como en ‘che, boludo, pasame esto’. Eso indica cercanía”.
Otro ejemplo de evolución espontánea en la lengua es el verbo “mutear”. Kalinowski lo puso como muestra del dinamismo del español: “Tenemos ‘silenciar’, pero es muy general. Entonces tomamos ‘mute’ del inglés, lo adaptamos al español como ‘mutear’, lo conjugamos y listo. Cuando una palabra extranjera adquiere los formantes de la lengua de destino, ya se convierte en una palabra del español”.
Con respecto a cómo se construyen estas adaptaciones, explicó: “La lengua es una herramienta para satisfacer necesidades expresivas. Si algo no me rinde bien expresivamente, voy a buscar una alternativa, aunque sea con una palabra extranjera”.
Al referirse al rol del diccionario, fue contundente: “La realidad es que ningún hablante va al diccionario a pedirle permiso para decir nada. Si escucho una palabra y no está en el diccionario, el problema no lo tiene la palabra, lo tiene el diccionario. Es como ver un pueblo que no está en el mapa: el pueblo existe igual”.
También puso como ejemplo la resistencia histórica de la RAE a aceptar el verbo “independizarse”: “Durante un siglo lo consideraron incorrecto. Lo incluyeron con un asterisco, como palabra no válida. Lo terminaron incorporando en 1956, cuando hacía falta un verbo que no se ligara a lo familiar, como ‘emanciparse’. La institución siempre va detrás de los hablantes, aunque proteste, aunque tarde”.
Sobre el lenguaje inclusivo, Kalinowski planteó una distinción clave: “No es un cambio lingüístico espontáneo. Es una intervención consciente que busca producir un efecto, generar reconocimiento, visibilizar una agenda política”. Y precisó: “No lo podemos comparar con fenómenos gramaticales como decir ‘hubieron lluvias’, que sí es un cambio en curso porque los hablantes lo hacen sin esfuerzo consciente”.
“No hay nadie que no entienda qué significa el lenguaje inclusivo. Quien dice ‘yo no lo entiendo’ está mintiendo. Sabe perfectamente lo que implica, lo que comunica políticamente”, sostuvo. “Podríamos incorporarlo como palabra al diccionario, porque la comunidad de habla sabe de qué se trata, aunque muchos lo rechacen”.
Finalmente, explicó que el principio que rige la mayoría de los cambios lingüísticos es el ahorro de energía: “Si logro decir lo mismo esforzándome menos, lo voy a hacer. Con el inclusivo no sucede eso: implica más esfuerzo, es una intervención intencional. Por eso, es un fenómeno discursivo, no gramatical”.
Con una mirada crítica pero clara, Kalinowski dejó un mensaje contundente: “No tiene sentido que ninguna institución pretenda dictaminar cómo deben hablar los hablantes. Siempre es al revés: la institución debe seguir lo que los hablantes hacen”. Una reflexión necesaria para entender que la lengua no es un museo, sino una herramienta viva en constante movimiento.
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losandes