Elena Poniatowska: La familia Ponzanelli

Elena Poniatowska
E
l apellido Ponzanelli en México está íntimamente ligado con la escultura. Hace años, conocí un panteón en homenaje a los periodistas desaparecidos. Y entre varios monumentos vi el busto de Miguel Ángel Granados Chapa y me parece que otro de Manuel Buendía. Todas estas lápidas de mármol, adornadas con letras muy destacadas, habían sido obra de escultores de la familia Ponzanelli, con quien ahora platico.
–Soy Pedro Ramírez Ponzanelli y tengo 52 años.
–Hace años, tu papá me hizo una cabeza muy bonita con una cabellera también bonita para el cementerio de los periodistas, pero resucité y el gran escultor Ponzanelli tuvo que conservarla en su casa hasta próximo aviso. Sin embargo, conocí el sitio donde quedaría develado al lado de otros compañeros muy queridos que me han precedido, como Manuel Buendía…
–Pienso que fue mi abuelo el que hizo su efigie, Elena…
–Visité el panteón de periodistas, está en un lugar de tierra sembrada de bustos de bronce, entre ellos, Miguel Ángel Granados Chapa, oriundo de Pachuca, y Manuel Buendía, quienes fueron sobresalientes entre los analistas políticos de los años 40, 50 y casi hasta los 70. Creo que este sitio lleva el nombre de Parque de los Periodistas Ilustres.
–Yo soy hijo de Rosa María Ponzanelli, quien a su vez es hija de Octavio Ponzanelli, quien le da el nombre a toda la dinastía Ponzanelli. Rosa María Ponzanelli fue una escultora destacada: hizo un monumento a Sor Juana Inés de la Cruz de 9 metros de altura en Tlalnepantla y causó sensación. También hizo el primer monumento a La Mujer Universal con una perspectiva de crecimiento, ya que puede pensarse en colocar ahí a otras mujeres destacadas. La escultura de Sor Juana Inés de la Cruz es un gran emblema de la fortaleza femenina muy distinta a la que hoy se pondera. En aquel momento, se quería reconocer a la grandeza femenina y no teníamos en México un monumento a la mujer universal, aunque sí contamos con uno a la madre, muy bien situado, que el 10 de mayo de cada año se convierte en un sitio ideal para rendir homenaje a la mujer. Incluso muchas familias, además de los acostumbrados paseantes, acuden ese día al Monumento a la Madre en la plaza Melchor Ocampo y dejan ramos de flores al pie de la estatua.
“Cuando primero en 1917 se colapsa por el terremoto un monumento, el arquitecto Gabriel Mérigo Basurto, reconocido por todos, lo restaura; tuve el honor de que él me llamara para trabajar a su lado y él fue un maestro excepcional.”
–En el Monumento a la Madre solían reunirse feministas, como la inolvidable Martha Acevedo, quien convocó a un buen número de mujeres gracias a su talento y su compromiso. Recuerdo haber visto ahí en la explanada a la economista Ifigenia Martínez, de pie junto al delegado, quien anunció que había decidido erigir monumentos a otras mujeres sobresalientes e Ifigenia festejó esta iniciativa con mucho entusiasmo.
–Tuve el honor de hacer un busto de la maestra Ifigenia Martínez que está en su casa en la calle de Dulce Olivia en Coyoacán, que ahora es también una fundación de gran envergadura porque Ifigenia recibió en el frontón de esa casa a Andrés Manuel López Obrador cuando era candidato y se lo ofreció para futuros encuentros con seguidores y simpatizantes. Ifigenia Martínez no tuvo hijos, siempre la acompañaron algunos sobrinos en sus reuniones políticas y culturales, ya que también apoyó con gran fuerza y compromiso a la fundación de Siglo XXI Editores…
–Cuando hice el busto de la maestra, Ifigenia siempre estuvo rodeada de familiares y de jóvenes economistas de la Universidad Nacional Autónoma de México que la acompañaban a todas horas.
–En su sala tenía un retrato enorme de sí misma, pero no recuerdo quién fue el pintor.
–Yo le hice dos bustos, uno que quedó en su fundación y otro pequeño para el que ella posó varias veces y se montó en su sala. Los Turcott Quintero tenían las caballerizas que salían a la calle de Río y a Oxtopulco, atrás de la gran tienda comercial en la esquina de Miguel Ángel de Quevedo y Universidad. Mi madre es Ponzanelli Quintero y los Turcott Quintero eran sus primos hermanos, y me platicaron que les tocó ver la construcción de los puentes de piedra, muy bonitos, del Seminario de la orden del Espíritu Santo y cómo remodelaron el río para poder cruzarlo. A un lado del río se erguía una cárcel de mujeres o de infractores menores que sigue ahí y lleva el nombre de Centro de Readaptación de Niñas, en un jardín bellísimo que ahora dirige el gobierno, pero antes fue atendido por religiosas, Elena. A mí me tocó que mi familia viniera de Polanco, ya que vivía en lo que fue el palacete de la Alianza Francesa y Elena Quintero Álvarez –mi abuela–, proveniente de Guanajuato, compró una casa a tres cuadras del centro de Coyoacán en la calle de Moctezuma, así como lo consigna el gran escritor Salvador Novo, quien vivió en la ahora calle llamada Dolores del Río para rendir homenaje a la actriz, quien también vivió entre nosotros. Total, que todas esas casas se hicieron en un terreno inmenso que doña Soledad Orozco de Ávila Camacho regaló a una orden religiosa, cuyos jardines desembocan en la Cerrada del Pedregal, que a su vez cuenta con una casa de retiro para ricos muy bien atendido por monjas. A todos los inquilinos les permiten amueblar sus recámaras con sus recuerdos y cosas de familia, muebles y cuadros. Los sacerdotes que ofician misa diaria viven en la cerrada contigua, aunque nada tiene que ver con el célebre Pedregal, y que el gran arquitecto, que nunca estudió en facultad alguna, Luis Barragán, transformó en un paraíso de piedras negras volcánicas. También vivió en esa misma Cerrada del Pedregal Enrique Salinas, hermano del presidente Carlos Salinas de Gortari.
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