Robert Redford muere, otra Estatua de la Libertad

Si hacía falta más prueba de que la América que amamos desaparece cada día ante nuestros ojos, la última es particularmente dolorosa. El martes 16 de septiembre se anunció la muerte del actor y director Robert Redford, a los 89 años. Redford, su nombre, sin embargo, sonaba como el nombre de una marca de coches indestructible, uno de esos modelos brillantes y sólidos del otro lado del Atlántico que el resto del mundo envidia. Redford, sí, el guapo rubio de sonrisa demoledora, el arquetipo del actor que hace caer a las chicas y las golpea en pantalla, pero que en la vida real se pasa el tiempo contando caballos en un rancho. El sueño de un cinéfilo, inmediatamente compartido por el aficionado que solo va al cine una vez al año. Una obviedad, un tótem con alias grabados en la memoria: Brubaker, Sundance Kid, Jeremiah Johnson, "el Cóndor", Gatsby... Otra Estatua de la Libertad, podría decirse.

Antes de llegar a ese punto, el hijo de Martha, ama de casa, y Charles Redford, contador, creció en Van Nuys, en el Valle de San Fernando, cerca de Los Ángeles, California. Era uno de esos malos estudiantes que leían mucho, causaban problemas y lo expulsaron de la secundaria y la preparatoria. Una vez…

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