En Basilea y Venecia, los inquietantes robots y avatares de Jordan Wolfson

Poco conocido por el público general, a pesar de que su obra se ha presentado en varios museos estadounidenses y europeos, Jordan Wolfson (nacido en 1980) goza de gran prestigio en el mercado del arte, especialmente desde que ha sido representado por las prestigiosas galerías Sadies Coles, Larry Gagosian y David Zwirner. Inicialmente interesado en el vídeo, posteriormente dirigió su atención a las posibilidades que ofrecen las computadoras. Así, Figura Femenina (2014) es una de las piezas centrales de la "Colección AMA" de Laurent Asscher y se alza majestuosa en el espacio que el multimillonario y coleccionista de arte belga-monegasco, por cierto muy simpático, inauguró en abril en el barrio de Cannaregio de Venecia, Italia.
Sería mejor decir que se menea allí: la obra es un robot femenino (fuertemente sexualizado a pesar de su máscara bastante horrible) que baila, no aferrado a una de esas barras metálicas verticales tan familiares para los aficionados al striptease, sino conectado a la pared por un tubo cromado horizontal de aspecto muy similar. Esto es para la parte visible.
Al otro lado de la pared que sostiene el espejo donde se contempla (al mismo tiempo que mira a los espectadores), una joven, ésta real, está sabiamente sentada en un pequeño despacho cerrado a la vista, y teclea en los teclados de una batería de ordenadores sin los cuales la obra estaría incompleta: lo que la escultura "ve" en las expresiones faciales de los visitantes es procesado mediante un software de reconocimiento facial por el informático para permitir al robot bailarín interactuar con sus reacciones.
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Le Monde