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Marta Sanz y una cura de humildad

Marta Sanz y una cura de humildad

¿Cuánta gente sabe que escribir es un oficio? ¿Cuántos se imaginan que hacer un libro puede ser como armar el motor de un auto o una silla, no una silla enclenque de tres patas, sino una silla como las de toda la vida?

Lo de la silla ya lo dijo Hebe Uhart, en su empeño por transmitir la necesidad de empezar y terminar un cuento, de adquirir esa responsabilidad con el oficio. “La escritura es una profesión que a algunas personas nos da de comer gracias a su carácter práctico, más allá del arte, la belleza o la bondad”. La que habla es Marta Sanz, “nieta de un mecánico melómano”, y la frase la escribió en Los íntimos. “Incluso se puede lograr que lo práctico sea artístico, bello, bueno. Es un orgullo”, siente, “que cuenten contigo para escribir ese tipo de textos útiles porque eso subraya tu destreza en el oficio. En su desempeño”.

Hay que detenerse en esta palabra. Desempeño usa el jefe en la oficina para decirles a sus empleados que fue bueno o que fue malo y que tan lejos o cerca están de conservar su trabajo. La RAE agrega como sinónimo práctica y ejercicio. También da como sinónimo desembargo, rescate, recuperación, liberación. Los íntimos es un libro que se comercializa como un texto sobre la escritura. Pero Sanz se libera enseguida de ese resumen y nos aclara –comparte, más bien, una sabiduría– que escribir un libro sobre escribir es un acto esnob.

“Los buenos libros escriben sobre la escritura yéndose por la tangente de la crisis económica o del amor de Dios”, una reflexión que coloca a continuación de un recuerdo de la infancia sobre dos libros preferidos –Alicia en el País de las Maravillas y Peter Pan– y de una reflexión tardía de la vida adulta sobre el porqué de los gustos: “Estos relatos hablan del crecimiento, de la larvada sexualidad de la infancia, de cómo las sombras deben ser recocidas a nuestros pies de quiénes somos”. Marta Sanz acaba de escribir un libro conmovedor y generoso por las conclusiones a las que llega sobre su oficio, por la calidez con que habla de sus seres queridos, de la importancia que tuvieron en su vida, y por el coraje humilde de sus páginas.

Todos los que alguna vez intentamos escribir algo más allá de nuestro nombre y apellido en un formulario, los que alguna vez soñamos con mostrarle eso que escribimos a alguien, sabemos de la terrible vergüenza y el no poco coraje que se necesita para lograrlo. Sanz escribió más de 500 páginas sin escudos. Aun habiendo aprendido lo que aprendió cuando publicó Lenguas muertas en 1998.

Sanz habla de los que prefieren trabajar de otra cosa y escribir solo por vocación. De los que trabajan para vivir experiencias y entonces tener algo sobre lo que escribir (los llama: “quienes encarnan el mito bohemio y cirrótico”). Después agrega, como quien tira de la colita de un león, que lo mejor para convertirse en un escritor profesional es escribir novelas que no vas a firmar “tú”.

Los íntimos, Marta Sanz. Anagrama, 504 págs.

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