El trabajo infantil persiste en Colombia: una deuda que se ha naturalizado

La conmemoración del Día Mundial contra el Trabajo Infantil, el pasado 12 de junio, dejó cifras que confirman que esta problemática sigue profundamente arraigada en muchos países, incluida Colombia. Aunque la tasa nacional se ha mantenido estable en los últimos años, su persistencia en zonas rurales y en entornos urbanos vulnerables demuestra que los esfuerzos aún no son suficientes.
Entre octubre y diciembre de 2024, 311.000 menores trabajaron en Colombia, según el Dane. Más de la mitad de ellos (56 %) vivía en zonas rurales, donde la tasa de trabajo infantil alcanza el 6 %, el doble del promedio nacional (2,9 %). La agricultura sigue siendo el principal sector donde los niños y niñas laboran desde edades tempranas.
Las principales razones que motivan a los menores a trabajar son el gusto por tener su propio dinero (40,6%), la necesidad de apoyar la economía familiar (30,4%) y contribuir a los gastos del hogar o la educación (20,3%).
En Medellín, un estudio realizado entre 2024 y 2025 por la Corporación Educativa Combos, con 325 niños y niñas, trabajadores en zonas céntricas, muestra que el problema también persiste en entornos urbanos. Muchos menores no se reconocen como trabajadores, pese a realizar actividades como ventas informales, limpieza de vidrios o acompañamiento a adultos. Un 15 % afirmó “no estar trabajando”, una señal clara de cómo se ha naturalizado esta situación.
Del total encuestado, el 54 % eran niños y el 46 % niñas. Muchas de ellas realizaban labores domésticas o de cuidado bajo modalidad interna, trabajos no remunerados y, en su mayoría, invisibilizados. El 40 % expresó temor de que algo malo les ocurriera durante su jornada. Además, el 29% trabaja entre 2 y 4 horas al día, el 20 % entre 5 y 8 horas, y el 14 % más de 8 horas. El 51% eran migrantes venezolanos, lo que evidencia el impacto de la migración en la estructura familiar y la exposición al trabajo infant
Causas estructuralesPara el abogado Alejandro Ruiz, abogado especializado en Derecho de Familia y docente de la Universidad Nacional, la persistencia del trabajo infantil no se debe a vacíos jurídicos, sino a la ineficaz implementación de las políticas públicas. “Tenemos leyes, estrategias y una política nacional de infancia y adolescencia. Pero los instrumentos legales no se aplican con eficacia”, advierte.
Una de las herramientas clave, el Sistema Nacional de Bienestar Familiar, debería permitir intervenciones tempranas con enfoque diferencial. Sin embargo, las entidades locales enfrentan limitaciones técnicas y presupuestales. “La productividad de muchas familias depende de la mano de obra de los niños. El apoyo estatal no siempre llega, especialmente en zonas rurales”, explica Ruiz.

Estrategia Móvil para la Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil Ampliado (EMPETIA). Foto:Alcaldía de Bogotá
Para el abogado, la situación se agrava en la ruralidad debido a que "allí el trabajo infantil se convierte en una dinámica común dentro de las estructuras familiares". Esto está en parte motivado por la informalidad de los empleos en ese sector y la falta de ingresos en muchas familias.
La situación se agrava con otro factor de alto riesgo: el reclutamiento forzado o instrumentalización de menores por grupos armados ilegales.
En zonas como Tumaco o Chocó, los niños son pagados por grupos como el Clan del Golfo para ser moto-taxis, lancheros o hacer labores logísticas relacionadas con el tráfico de personas o mercancías. Ruiz advierte que esto ha incrementado la deserción escolar en áreas rurales en “proporciones alarmantes”.
El 3,7 % de niños, niñas y adolescentes abandonaron el colegio en el último año, de acuerdo con las cifras manejadas por el Sistema Nacional de Información de Educación Básica (SINEB), del Ministerio de Educación.
Ante este panorama, la OIT y Unicef insisten en la urgencia de fortalecer la protección social, garantizar una educación gratuita y de calidad, y promover el empleo adulto decente. Desde lo local, organizaciones como Combos advierten que las respuestas estatales deben centrarse en el acompañamiento estructural y no en la sanción, con enfoque diferencial y especial atención a poblaciones migrantes.

Programa contra el trabajo infantil en Barranquilla. Foto:Alcaldía de Barranquilla
En el plano mundial, 138 millones de niños y niñas seguían realizando trabajos infantiles en 2024, según cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y Unicef. De ellos, 54 millones ejecutaban labores peligrosas que ponen en riesgo su salud y desarrollo.
Aunque la cifra total disminuyó en 20 millones respecto a 2020, el mundo no logrará cumplir la meta de erradicación del trabajo infantil para 2025, establecida en los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Por sectores, la agricultura concentra el 61 % de los casos, seguida por los servicios (27 %) y la industria (13 %). Las zonas rurales son las más afectadas, donde el trabajo infantil es muchas veces percibido como parte del entorno familiar productivo, por los motivos expuestos.
África Subsahariana continúa siendo la región más golpeada, con cerca de 87 millones de niños trabajadores. En Asia y el Pacífico, la proporción se redujo del 6% al 3%, y en América Latina y el Caribe se mantuvo estable, aunque el número absoluto descendió de 8 a 7 millones.
“El mundo ha hecho progresos significativos en la reducción del número de niños obligados a trabajar. Sin embargo, demasiados niños siguen trabajando en minas, fábricas o campos, a menudo realizando trabajos peligrosos para sobrevivir”, concluyó la Directora Ejecutiva de Unicef, Catherine Russell, tras entregar las cifras de este fenómeno en el 2024.
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