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Thunderbolts*: Florence Pugh, lo mejor de una simpática y errática reinvención de lo mismo en la que ya solo falta Superlópez (***)

Thunderbolts*: Florence Pugh, lo mejor de una simpática y errática reinvención de lo mismo en la que ya solo falta Superlópez (***)

No queda claro si hay motivos para la esperanza o si seguimos sin esperanza para que haya motivos. Thunderbolts* (con astérisco) es, si se quiere, más atrevida que buena parte de la saga interminable en la que hace pie (fin de la fase cinco del Universo Cinematográfico de Marvel), menos abrumadora y con alguna que otra idea entre brillante y no necesariamente descabellada. Pero no deja de ser exactamente lo que el asterisco avisa que es: una versión degradada. Digamos que la gracia consiste en que no solo es consciente de su situación ancilar (que dirían los clásicos), sino que hace gala de ello. Lo que no queda claro en ningún momento es si toda la película atiende a un golpe de talento o simplemente de desesperación. O de talento desesperado, que también puede ser. Después de intentarlo todo, parece que la opción a la que Marvel ha decidido acogerse es avisar (o advertir) de antemano de lo que vamos a ver como esos amigos cargantes que antes de contar un chiste dejan claro que el que lo cuenta bien es su cuñado, que él, en cambio, no tiene gracia.

Para situarnos, la idea resulta hasta cierto punto sencilla y no mala del todo: en un mundo sin Vengadores (es decir, sin superhéroes virtuosos de verdad capaces por igual de acabar con el más pérfido de los villanos que de arrasar en taquilla), ¿en quién podemos confiar? Descartados asuntos confusos y siempre difíciles de explicar como la sensatez, la democracia, la justicia, la redistribución de la riqueza o, por qué no, el sentido común queda el ibuprofeno*. Y, en efecto, Thunderbolt* hace básicamente lo mismo que el analgésico de marras: combatir los síntomas con cierta solvencia, pero el esguince sigue ahí.

Quién sabe si inspirados por la realidad o por Elon Musk, ahora el futuro de la humanidad queda en manos de un grupo de zopencos mercenarios (uno de ellos hasta luce el pelo dorado casi naranja, por cierto) y con las habilidades muy limitadas que, además, arrastran graves traumas psicológicos, infantiles y de todo tipo. Se trata en definitiva de hacer bajar a los superhéroes del pedestal para ofrecer su rostro más humano. No es la primera vez, insistimos, pero sí es la primera vez en que esta, digamos, deficiencia (la de ser un simple ser humano) se convierte no en argumento único y exclusivo, pero sí más destacado. De eso va, ya se ha dicho, el asterisco.

Comandados por una muy solvente (sin duda, el mayor acierto de la película y, sin duda otra vez, su salvación) Florence Pugh en el papel de Viuda Negra (la otra), la némesis/imitador del Capitán América John Walker (Wyatt Russell), el Soldado de Invierno (un Sebastian Stan que se ateve con todo), Ava Starr (Hannah John-Kamen) y Guardián Rojo (el muy simpático David Harbour) se ven en la tesitura de redimirse de todas sus villanías y desafueros del pasado. Frente a ellos, la peor y más grave amenaza que imaginar se pueda: un hombre con todos los siniestros poderes del hombre aumentados hasta el paroxismo (Lewis Pullman como Vigía). Digamos que todo lo anterior cuenta como ironía: los malos son el resultado de la ambición desaforada de los supuestos buenos y los buenos son una síntesis de todas las debilidades de los habituales malos. De esto va, otra vez, el asterisco.

El director cumple con el manual de estilo que toda película postheroica que se precie. Eso sí, sin llegar a los excesos metalingüísticos de Deadpool ni al colegueo sobón ochentero de Guardianes de la Galaxia. Pero, nos pongamos como nos pongamos y pese a los esfuerzos de Florence Pugh, la enfermedad sigue ahí. De nuevo, las escenas de acción vuelven a ser extenuantes en su completa y la capacidad de sorpresa queda reducida a ver a la adorada Julia Louis-Dreyfus, la inolvidable Elaine de Seinfeld, repitiendo como villana. Definitivamente, o Superlópez entra en nómina o no hay remedio. Eso sí, que no cunda el pánico, desde el desastre de Ant-Man and the Wasp: Quantumania, no se veía nada mejor en el UCM.

* El Ibupofreno de 600, siempre.

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Dirección: Jake Schreier. Intérpretes: Florence Pugh, Wyatt Russell, Sebastian Stan, Hannah John-Kamen, David Harbour, Julia Louis-Dreyfus. Duración: 126 minutos. Nacionalidad: Estrados Unidos.

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