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Penultimátum

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Bella da Costa, renombrada bibliotecaria

E

l origen y el trabajo de Bella da Costa Greene (1879-1950) es objeto de estudio en Estados Unidos. Nació en Washington como Belle Marion Greener. Hija de Richard Greener, primer graduado negro de la Universidad Harvard y de Genevieve Ida Fleet, también afroestadunidense.

Al divorciarse sus padres, Belle, su madre y sus hermanos, renunciaron a la negritud para figurar como familia blanca en tiempos de racismo extremo. Se mudaron a Nueva York y eliminaron la r de su apellido. Belle remplazó su segundo nombre por da Costa con el fin de aparentar descender de portugueses y así justificar su piel oscura.

Pero Bella es una de las más brillantes bibliotecarias, museógrafas y coleccionistas de la historia del vecino país. Su fama se debe al espléndido trabajo para crear la excepcional colección de libros y manuscritos del financiero J Pierpont Morgan.

Éste la contrató como su bibliotecaria en 1905. Al morir, en 1913, Greene continuó su labor con su hijo, quien transformó en 1924 la biblioteca de su padre en la institución que lleva su nombre.

Para reconocer la labor de Bella, la Biblioteca Morgan le rinde homenaje con una exposición en la que se analiza su vida, el ambiente en que trabajó y los círculos sociales que frecuentó. Experta en ilustraciones y manuscritos medievales, en este reconocimiento se incluye una muestra de las importantes adquisiciones de la Morgan, algunas de ellas, gracias a la célebre bibliotecaria.

Destacan la Biblia de las Cruzadas; borradores literarios de Honorato de Balzac y Edgar Allan Poe, y el único ejemplar existente de La muerte de Arturo, de Thomas Malory, publicado en 1485.

Asimismo, Un Evangelio etíope realizado para la princesa Zir Ganela; el grabado Melancolía I, de Alberto Durero; la Hoja única de la Biblia de Winchester, de 1160; Comentario al Apocalipsis (España, año 945); los Evangelios de Judit de Flandes; La acuarela Oso hormiguero, de Clara Tice; el óleo Dama caminando en un jardín, del inglés Thomas Gains-borough (1788); la edición de 1895 de los poemas de William B. Yeats, y una de 1896 de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas.

El trabajo de los bibliotecarios aún no tiene en México el apoyo y el reconocimiento que merece.

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