No, Franco no robó Eurovisión al Reino Unido (que sepamos)
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Parece mentira que aún podamos seguir contando cosas sobre el muy trillado único triunfo de España en Eurovisión -el La, la, la de Massiel (1968)- pero el hecho es que sí: como Gran Relato Nacional remoto, el enredo de realidades y mitos que aprisiona al evento es tal, que siempre habrá algo que puntualizar.
Además, ya sabemos que una buena polémica histórica no tiene ni principio ni fin, por lo que The Sun puede titular tranquilamente “El jefe fascista español general Franco amañó los votos”, y a nadie le extraña demasiado, pues en Reino Unido es casi un lugar común creer que al Congratulations de Cliff Richards le robaron la cartera los maletines franquistas. Creencia a la que ayudó José María Íñigo -presentador histórico de Eurovisión- cuando hace unos años dijo en tono desenfadado que RTVE había amarrado votos para Massiel, para matizar luego que no había querido decir eso.
La canción, serie de Movistar + que se estrena esta semana, recrea ahora el meollo, la agitada trastienda interna del operativo, del Pardo a Prado del Rey, de Serrat a Massiel, con licencias ficticias, pero un trabajo previo de exploración histórica de los guionistas y creadores Fran Araújo y Pepe Coira, detrás de series como Hierro y Rapa.
Hablamos con Araújo y Coira sobre la realidad accesible detrás del massielazo.
PREGUNTA. ¿El triunfo en Eurovisión fue una operación meditada del soft power franquista?
"No había tantos terrenos en los que España pudiera competir en igualdad de condiciones con el resto de países europeos"
Pepe Coira: Lo que está documentado es que el régimen estaba volcado en mejorar su imagen exterior -contexto: boom del turismo- en dar una imagen moderna del país en Europa. En el caso concreto de la tele, se puso en marcha la Operación Festivales, generar producciones de calidad, con autores como Antonio Mercero o Chicho Ibáñez Serrador, pensadas para triunfar en los festivales internacionales. Por supuesto, también había mucho interés en Eurovisión, pues no había tantos terrenos en los que España pudiera competir en igualdad de condiciones con el resto de países europeos.
A partir de ahí, la orden directa de Franco de ganar Eurovisión es una licencia de la serie, pero lo que sí hay es una apuesta política decidida por ir a por todas en este tipo de eventos, Televisión Española hizo un esfuerzo muy grande por llevarse la victoria en Eurovisión.
Fran Araújo: Eurovisión era el gran caballo de batalla. Hablamos de un concurso que veían 200 millones de personas en Europa. Era el lugar ideal para legitimarse y dar sensación de aperturismo, de un país en proceso de cambio, como demostraba el hecho de llevar a Serrat, decisión impensable poco antes.
Pepe Coira: Si los años anteriores se mandó a Raphael -una de las principales estrellas del país, muestra de que el asunto se tomaban muy en serio; pero, al mismo tiempo, opción estéticamente más previsible- con Serrat se cambió de estrategia. O romper los esquemas de lo que se suponía que era el franquismo mandando a un cantante catalán.
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P. Dentro de que se movieran intereses políticos más altos, ¿qué papel jugaron los directivos y trabajadores de RTVE? Al fin y al cabo, las teles de cada país son las que mandan tradicionalmente en Eurovisión.
Fran Araújo: En RTVE se reproducían las contradicciones y equilibrios de poder del régimen, todas las familias políticas tenían su cuota interna, de los falangistas a los tecnócratas del OPUS, con el extra de que también había mucha gente joven, de artistas a técnicos, con un pensamiento más abierto, y que querían haber bien su trabajo.
Pepe Coira: La documentación histórica no desvela los debates internos en RTVE para elegir la canción, sí sabemos el esquema, que tratamos de reproducir en la serie. Serrat se presentó al concurso con una canción en castellano que no era La, la, la, compuesta por el Dúo Dinámico, pero pensada para Serrat.
"La primera fisura por la elección de Serrat no la abrió el régimen, sino el catalanismo cultural"
Fran Araújo: Serrat había explotado. Acababa de ser número uno de ventas en España -¡con una canción en catalán, eh!- y saltaba a cantar en español. La idea era dar una imagen moderna de España enviando a Serrat, asociado a la Nova Cançó catalana, decisión sorprendente del franquismo, al estilo de otras recientes en RTVE, como mandar a los festivales internacionales las Historias de la frivolidad de Chicho, una historia irónica de la censura en España que, por ello, podría hacer pensar en el extranjero que el régimen no era tan fiero como decían.
No sabemos si la elección de Serrat generó marejada interna en el franquismo, aunque Manuel Fraga, ministro pendiente de RTVE, no mostró reparo en sus diarios. Digamos que el régimen parecía cómodo aparentando ser más moderno de lo que en realidad era o estaba dispuesto a ser.
Curiosamente, la primera fisura por la elección de Serrat no la abrió el régimen, sino el catalanismo cultural, donde algunos no vieron bien que Serrat, por decirlo de algún modo, se prestara al juego.
P. Serrat quedó en posición política incómoda, ¿no?
Pepe Coira: Serrat quería ser un cantante popular, cantar en los dos idiomas, que era lo que había mamado en su casa sin incompatibilidades, no renunciar ni al catalán ni al español. Pero, tras la polémica en el catalanismo por su selección para Eurovisión, dijo que solo iría si podía cantar La, la, la en catalán, decisión que explicó en una carta muy meditada.
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[Merece la pena reproducir la carta de Serrat en favor del contexto. Ahí va].
En el pasado mes de enero fui designado por TVE para participar en el Festival de Eurovisión a celebrar en Londres el próximo mes de abril.
Esto fue para mí un orgullo y al mismo tiempo una responsabilidad porque sabía que en mí iban a estar puestos los ojos y parte de las pequeñas ilusiones de millones de españoles.
Fue seleccionada posteriormente la canción La, la, la, de Manuel de la Calva y Ramon Arcusa, que a pesar de todas las opiniones en su mayoría poco fundamentadas, considero muy adecuada para el tipo de festival a que se destina.
Empezó a partir de entonces una verdadera promoción de la canción y mía, naturalmente, por toda Europa, lo que me alejó del país para llevarme de ciudad en ciudad y de plató en plató. Este alejamiento físico, unido a mi bisoñez y al exceso de trabajo, me impidió juzgar las cosas con claridad; me faltaba también el contacto diario con la gente, con el hombre de la calle que nos mira muy de lejos y nos sigue muy de cerca.
Siempre me atormentaba una preocupación, una inquietud que seguramente romperé de un golpe con esta carta. Yo soy y sigo siendo por encima de todo, un cantante catalán y en esta lengua me he expresado para cantar durante cuatro años.
Cuando se me designó para representar a TVE en Londres se me conocía solamente por mis canciones en catalán. ¿Por qué entonces no cantar en Londres en catalán, cuando ya estaba preparada la versión catalana del La, la, la? El argumento de la “lengua oficial” no me parece lo suficientemente válido para anular la pregunta.
Un día, no hace demasiado, volví al país. Llegué a mi casa y hablé con la gente de mi calle y me di cuenta de que esta gente, sencilla y sin retorcimientos, se preguntaba lo mismo que yo “¿Por qué no?” Un hombre debe ser fiel a sí mismo y a la gente que le es fiel. Por estas dos razones es por lo que me permito enviar una carta al director general de Radiodifusión y Televisión rogándole comprenda mis argumentos y me autorice a cantar en Londres en catalán o que, en caso de que esto no fuera posible, acepte mi renuncia irrevocable.
Quisiera que en esta carta abierta se reflejase toda la buena voluntad que me guía al tomar esa decisión y que toda la gente de habla castellana -estoy seguro de ello- comprenderá mis motivos, como pública y reiterada mente ya lo he expresado a través de la prensa.
AI mismo tiempo quiero darles las gracias a todos los que desde el día en que salí por primera vez a un escenario, hasta hoy, me han alentado y me han dado la mano e incluso a aquellos que me han criticado porque, al fin y al cabo, todos me han ayudado.
Muchas gracias.
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Fin de la carta de Serrat. Sigue la entrevista:
Fran Araújo: Lo de la carta es un asunto complejo, intentamos ser fieles al momento histórico, porque respetamos mucho a Serrat, aunque él mismo lo ha contado de maneras diferentes con el paso del tiempo.
Ese mismo año, Serrat sacó un disco en catalán y otro en español, es decir, para él no era un conflicto saltar de un idioma a otro, la polémica se la echaron otros encima, quedó atrapado entre el nacionalismo español y el catalán.
Otro factor es que tanto Serrat como Massiel eran muy jóvenes, se vieron envueltos en una dinámica industrial y política mucho más grande que ellos, y de la que Serrat no fue consciente del todo hasta que estaba muy lanzada, cuando entendió que su decisión molestaba a su entorno.
P. Con el paso de las décadas, y declaraciones de Íñigo mediante, la fontanería de RTVE para ganar Eurovisión alcanzó niveles legendarios. ¿Fue tan exagerado el lobby? ¿Robamos el festival como piensan los ingleses?
F. A.: Delimitar hasta dónde llegó la mano del régimen no es fácil, sí sabemos que el interés político en ganar existía, porque se hizo un esfuerzo económico fuerte, con 30 millones de pesetas gastados en la promoción de la canción, que era muchísimo dinero.
P. C.: Del supuesto lobby se sabe más bien poco, hay versiones contrapuestas, porque si la derrota es huérfana, la victoria tiene muchos padres, cada uno ha contado la historia según le convenía, lo que dificulta saber qué pasó. Por ejemplo, Juan José Rosón, director general de RTVE entonces, se jactó en una entrevista de que España pactó X votos de entrada, como si quisiera apuntarse el tanto de la victoria. Pero lo de que llegas, compras los votos y tienes hecho el triunfo suena muy peliculero. Lo que dijo Íñigo en su momento es que RTVE compró programas a las teles de otros países para ganarse su favor, pero ¿eso garantizaba el voto? ¿Seguro?
F. A.: ¿No lo hacían también el resto de países? Lo que sí es cierto es que España hizo un esfuerzo promocional enorme… pero nadie espera ganar el Oscar sin una campaña promocional bestial. Nadie lo recuerda, pero, cuando Pilar Miró era directora de RTVE, se volcó en que José Luis Garci ganara el Oscar con Volver a empezar. Pero una cosa es poner dinero para que las cosas sucedan y otra comprar votos. Creer que Massiel ganó Eurovisión porque España compró a un tío para que hiciera una corruptela no es verosímil, es más razonable pensar que la fuerte campaña promocional entreabrió las puertas del triunfo.
P. C.: Inglaterra, que jugaba en casa, se autoconvenció de que Cliff Richard era el gran favorito. De ahí a que consideraran un robo no ganar solo había un paso. Hace tiempo se publicó un libro sobre el medio siglo de Eurovisión: en las fotos de la portada, estaba la de Richard, pese a que no ganó el festival. No lo ganó, según algunos ingleses, porque se lo robó Franco. Cada uno cuenta la historia como mejor le viene.
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P. Hay otro favor inevitable en Eurovisión: no importa cuánto dinero tengas en los maletines, si no vas con una canción y un intérprete que se sostengan por sí mismos, lo tienes crudo, ¿verdad?
P. C.: En efecto, Massiel puso lo suyo; aunque, otra vez, a su victoria le salieron muchos padres. El director de orquesta atribuyó el éxito al aceleramiento de ritmo que metió por los diez segundos que obligaron a recortar. También se habló del vestido. En fin, ganar es siempre es una suma de cosas, pero es innegable que Massiel le echó valor al subirse a un tren en marcha, hizo suya una canción desconocida en pocos días. Si revisas la hemeroteca previa al festival, te partes de risa. Debido a la crisis de la preselección, entre la ruptura de Serrat y la precipitada elección de Massiel, la prensa española vaticinó que aquello iba a ser un desastre, poniendo la venda antes de la herida, diciendo, bueno, asumamos que va a ser horrible.
F. A.: Ahora damos por sentado que Massiel es una artista de carácter, arrolladora, pero entonces apenas había entrado en la veintena, era una incógnita bajo presión, que desprendió una energía magnética en la actuación. Era una artista muy diferente a Serrat, un tipo pausado. Massiel salió a comerse el mundo, y se lo comió.
El Confidencial