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La sustitución exprés de Urdiales en Bilbao: tres horas al límite para buscar traje, cuadrilla, recorrer 180 kilómetros y hacer el paseíllo en Vista Alegre

La sustitución exprés de Urdiales en Bilbao: tres horas al límite para buscar traje, cuadrilla, recorrer 180 kilómetros y hacer el paseíllo en Vista Alegre

La segunda de la Feria de San Isidro anuncia una terna formada por Diego Urdiales, David Galván y Víctor Hernández, con toros de El Pilar.

El protagonista de la anécdota del día es el encargado de abrir cartel, que a buen seguro no olvidará la tarde del 28 de agosto de 2010.

Ese año, Diego Urdiales había cumplido su compromiso con Bilbao con éxito, cortando una oreja en la corrida de Victorino Martín. Tres días después, a las 14.30 de la tarde, el riojano disfrutaba de su familia en su domicilio de Arnedo cuando sonó el teléfono.

—Hola Diego, soy Pablo Chopera, ¿cómo estás? ¿qué haces?

—Hola Pablo. Pues aquí, en casa, dando de comer a mi hija.

—Oye, pues date prisa porque tienes que torear esta tarde en Bilbao.

Urdiales, pensando que era una broma, le colgó el teléfono. Pero Chopera volvió a llamar e insistió.

—Oye, que te estoy hablando en serio. A Perera le han hecho unas pruebas en la espalda y aunque hemos sorteado con él, no puede torear. Le han detectado un aplastamiento en las vértebras y tiene que parar.

—Pablo, dame un momento; tengo que asimilar esto.

Y tras colgar, Urdiales analizó la situación, que no era sencilla: «Eran las 14.30 horas. La corrida en Bilbao era a las 18. Y yo estaba en Arnedo, que está a casi dos horas. De mi cuadrilla solo tenía a mi hombre de confianza, El Víctor, porque el resto vive fuera. Y para colmo no tenía vestido de torear, porque mi mozo de espadas estaba en Madrid con casi toda mi ropa».

Pero aun así, decidió ir para adelante y volvió a llamar a Chopera.

—Pablo, no sé ni cómo voy a llegar pero allí estaré. Cuenta conmigo para esta tarde.

Con las prisas, no cogieron documentación. Y al salir a la autopista, al repostar, tuvieron que tirar del suelto que llevaban. Y seguir camino contrarreloj para Bilbao. Cuando llegaron allí, sin tiempo para pasar por el hotel, decidieron ir directos a la plaza. Y ahí la cosa volvió a torcerse.

—Siempre que voy a Bilbao sigo el camino para ir al hotel. Nunca había entrado a la ciudad para ir directo a la plaza. Y nos perdimos. Estábamos desesperados.

Entonces, vieron a una cuadrilla de amigos que salían de una comida y decidieron parar y preguntar cómo se iba a la plaza. Y uno de ellos conoció al torero.

¡Hombre, pero si tú eres Diego Urdiales!

—Sí, pero no estoy para presentaciones. Decidme por favor cómo se va a la plaza porque toreo esta tarde.

—¿Cómo? Perdona pero hoy no toreas. Si nosotros vamos a los toros. Y tú no toreas esta tarde.

—Ya pero me han llamado porque Perera no puede torear y entonces toreo yo. ¿Tú sabes ir a la plaza o no?

—Sí claro.

En ese momento, la desesperación era tal que Urdiales cogió al chaval del pecho, lo metió en la furgoneta como si de un rapto se tratara y lo utilizó de navegador humano para llegar a Vista Alegre. Al llegar, las sensaciones fueron extrañísimas.

—Salí de la habitación con el vestido, un rosa y oro que ya no me ponía y que gracias a Dios tenía en casa. Eran poco más de las 5 de la tarde y allí no había nadie excepto algún portero.

Sin tiempo apenas, a Urdiales le facilitaron una sala de la enfermería para cambiarse. Llegó un médico, le ofreció un vaso de agua con azúcar y le dijo que se duchase para calmar los nervios con los que había llegado. Y cuando estaban a punto de sonar los clarines, sin haber visto a nadie de su gente, Urdiales salió liado dispuesto a hacer el paseíllo más surreal de toda su vida.

«Fue una sensación insostenible, inimaginable. En el toreo te puedes imaginar cualquier cosa, pero que estés dando de comer a tu hija a las 14.30 y que a las 18 estés haciendo el paseíllo con Ponce y con Fandiño en Bilbao... Fue algo increíble», rememora.

Dos datos más: al llegar con un solo peón, el festejo se tuvo que celebrar, de forma excepcional, con siete banderilleros y cuatro picadores. Otra. La enfermería en la que se había vestido de torero en soledad se pobló más tarde de profesionales, pues al margen de la oreja de Ponce al cuarto, la tarde estuvo marcada por las graves cornadas que sufrieron Iván Fandiño y el banderillero Mario Romero, heridos por el sexto de El Puerto de San Lorenzo.

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