Esta es la primera gran muestra de la artista viva más importante (y crítica) de EEUU en España
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Barbara Kruger (EEUU, 1945) tiene 80 años, pero mantiene la misma frescura y ojo clínico que cuando comenzó con sus paste up y sus collages hace ya casi cincuenta. Sobre todo porque sigue sabiendo disparar con las palabras más certeras a aquello que se propone. Por eso, sus mensajes anticonsumismo, sus mensajes por la igualdad de género o sus mensajes contra el colonialismo sobre fondo rojo continúan siendo tan copiados. Si antes eran en vinilo, ahora no tiene ningún problema con el digital. Y si antes echaba mano del lenguaje publicitario, ahora no tiene ningún reparo con la jerga politiquera y bronca de Internet.
“I shop therefore I am” (Consumo, luego existo), su obra más icónica, forma parte ya del vocabulario popular. “Admit nothing, blame everyone, be bitter” (No reconozcas nada, culpa al otro y sé un desagradable) podría ser la camiseta de la nueva política de su país (y de otros), si bien no hay nada en la muestra específico sobre el presidente de EEUU. No obstante, no hace falta. Hay palabras que lo dicen todo, como ya señaló en una entrevista concedida a este periódico hace unas semanas: “Los demócratas, la gente de izquierdas, tienden a pensar que Trump es un imbécil. Pero no, Trump no es ningún imbécil, es un comunicador y un vendedor brillante. Ha vendido venganza, ira y destrucción a mucha gente en Estados Unidos. Y mucha gente le ha comprado lo que vendía. Trump por supuesto miente, pero miente muy bien. Ese es el problema”. Y ella puso la palabra que más se ajustaba a los miedos de Trump: “Perdedor” (Loser).
Pese a su relevancia en el mundo del arte contemporáneo desde los años ochenta, su obra nunca había pisado suelo español de forma tan contundente como lo ha hecho ahora en el Guggenheim de Bilbao en la exposición Barbara Kruger: another day, another night, que se inaugura este martes y que golpea al espectador con enormes vinilos inmersivos, con vídeos y con muchas, muchas palabras. La artista no fue a la presentación ante la prensa, pero sí ha colaborado muy estrechamente en el montaje.
"Trump miente, pero miente muy bien. Ese es el problema". Y ella puso la palabra que más se ajustaba a los miedos de Trump: "Perdedor"
“Hay dos cosas importantes en la obra de Kruger. Una es que revisita y repiensa su obra todo el tiempo. Hizo los paste up hace cuarenta años y ahora ha sabido llevarlos al entorno digital”, comenta Lekka Hileman Waitoller, comisaria de esta exposición, para explicar la capacidad de adaptación de la artista a los nuevos tiempos. “Y luego está la relevancia del contenido. Encuentra las palabras precisas para interpelar al espectador sobre distintos temas. Y son obras inmersivas, muy atractivas, pero que también obligan a un ejercicio intelectual. Es una exposición para leer, pensar y reflexionar”, añade Waitoller.
Una expo para leerSí, a esta exposición se viene a leer mucho. Por las paredes, por el techo y por el suelo (el espacio arquitectónico juega también un papel principal). La propia directora Guggenheim, Miren Arzalluz, destacó de ella los discursos políticos, los eslóganes publicitarios y las doctrinas religiosas (lo hizo nuevamente en euskera y castellano) que hay por las diferentes salas y a los que Kruger llegó tras trabajar durante años como diseñadora gráfica en revistas como Mademoiselle a finales de los años 60. Fue una de las artistas que rápidamente vio que la publicidad y los medios de comunicación de masas iban a cambiar el arte, pero en vez de quedarse en reproducciones de latas de sopa, decidió que lo suyo iba a ser el lenguaje. Irónico, ácido, a veces demoledor, pero también otras tantas lleno de ternura y esperanza.
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La primera sala aboca al espectador a la obra magna de Kruger, que son los famosos eslóganes del Compro, luego existo de 1987 (No comment). Es una obra que se rodea en las paredes con sus paste up de 1983 replanteados en los últimos tiempos con nuevos textos extraídos de internet. El sonido en esta exposición también es importante —hay de repente palabras como Sorry, hello, I love you que llegan al oído del espectador sin saber de dónde proceden— como sucede con una pantalla en la que se van colocando piezas de puzle.
Seguimos avanzando y nos topamos con un enorme videocollage donde las palabras —por cierto, juega mucho con los idiomas y las hay en español, euskera e inglés—en el que reflexiona sobre la censura, la autocensura (que siempre es mucho peor) y el bombardeo de información que sufrimos todos a diario. Aquí además también salen gatos que hablan y un gato metido en un váter (pero cómodo).
Más disparos en la siguiente sala, con varias pantallas muy grandes y la palabra Verdad ocupando toda una pared gigante. La comisaria lo explica: “Es una obra de 2024 cuando parece que la verdad hoy en día es algo que está en cuestión. Es una reflexión sobre las noticias falsas, no saber de dónde viene la información, sobre la corrupción…”. Esta gran palabra se acompaña de textos e imágenes que apuntan a nuestros datos (un ojo, una huella) que hoy tiene ya todo el mundo (¿dónde está la seguridad?), al derecho al aborto, con el famoso mensaje “Your body is a battleground” o a ese “Admit nothing” al que ahora se agarran no pocos políticos. Kruger tiene 80 años, pero sabe bastante qué está pasando.
La guerra, la guerraDos salas finales a las que se llega a través de un pasillo en el que también ha introducido palabras en euskera como guiño a Bilbao y al País Vasco, además de textos de escritores como James Baldwin o Roland Barthes. Es una exposición con mucha literatura como esa sala con una cita de Virginia Woolf sobre la desigualdad de género enfrentada a un texto bíblico (Corintios, I), bajo el suelo de otra cita de 1984 de Orwell y un panel que marca toda la sala que nos grita sobre las guerras (tiempo de guerra, crimen de guerra, juego de guerra, guerra de bandas, guerra civil, guerra santa…) escrito por la propia Kruger. A su contra, otro texto de la artista traducido al euskera en el que se pueden leer frases como “al final todo se olvida, al final todo se perdona, al final todo está bien”.
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La esperanza, presente en el poema Another, another, que se remata en la última sala con otro par de bofetadas de la artista al mundo en el que habitamos. Una, al nacionalismo con la expresión en el suelo “Nuestra gente”. “Es esa confrontación de nuestra gente es mejor que la vuestra, nuestra gente hasta huele mejor que la vuestra. Kruger llama la atención sobre la violencia y la ira de la retórica política actual”, manifiesta Waitoller.
Y no se salvan ni las nuevas tecnologías, aunque la artista también trabaje con ellas. Porque sabe de sus múltiples aspectos positivos, pero también de sus zonas oscuras. Para ello la última obra Entitled Connect, una especie de móvil en el que aparecen varias aplicaciones con nombres como “sexting”, “vergüenza”, “control”, “soberbia”, ignorancia” y “SPAM”.
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Kruger ha pasado ya de las ocho décadas y conoce muy bien el mundo en el que se mueve (y sus peligros, y sus tonterías). Esa es la sensación que una tiene al visitar esta exposición, que no entra por los ojos, sino que va más a la materia gris de cada cual. He aquí una reflexión que hizo en la entrevista para este periódico sobre el poder de las imágenes (y por qué ella no quería ser grabada): “Me parece que sostener una cámara frente a otra persona es algo muy poderoso porque te captura, en cierto sentido se apodera de ti. La ironía hoy es que la gente está deseosa de fotografiarse a sí misma, de hacerse selfis, no se puede ir a ningún museo sin ver cámaras. Y creo que puedo pasar de todo eso. No tengo por qué convertirme en un rostro visible, es mi trabajo el que tiene que verse, y no a mí”. Igual deberíamos hacer más caso a estas reflexiones.
El Confidencial