El huracán Camila: la actriz y escritora pasó por la Feria del Libro para hablar de cine, escritura y sexo

Los huracanes suelen tener nombres femeninos. No estaría mal entonces bautizar Camila al fenómeno que generó la escritora Sosa Villada entre el pasado miércoles 30 de abril y el jueves 1 de mayo en la Feria del Libro de Buenos Aires. Una entrevista en profundidad en el espacio cultural Clarín / Ñ primero, una lectura de su último libro en la sala José Hernández después sirvió como muestra de lo que genera una escritora que en los últimos años se consolidó como una de las narradoras más interesantes y revulsivas de las letras argentinas que también se luce en la actuación: acaba de estrenarse la adaptación cinematográfica de su segunda novela, Tesis sobre una domesticación, dirigida por Javier Van De Couter y protagonizada por ella misma.
La escritora, que pateó el tablero con la publicación de Las Malas (2019), no paró de cosechar premios y reconocimientos por ese título que cuenta la vida de un grupo de trabajadoras sexuales, en su mayoría travestis, que trabajaba en Parque Sarmiento, Córdoba. Hace dos años que no pisaba la Feria y esto fue una excusa ideal para explayarse acerca de su universo creativo por el cual ya ganó los Premios Sor Juana Inés de la Cruz (2020), Grand prix de l'héroïne Madame Figaro y Finestres de Narrativa (2021).
Vestida de negro, con brazaletes dorados, Sosa Villada se sentó junto a la periodista y escritora Daniela Pasik, moderadora de la charla, quien fue presentada por la crítica literara Alejandra Rodríguez Ballester como “fan de Camila”. “Te sigo desde Cemento. Te agradezco que existas”, revalidó.
Camila Sosa Villada en el espacio cultural Clarín / Ñ. Foto: Martín Bonetto.
Comenzó describiendo su último libro, La traición de mi lengua (Tusquets), sobre el que, afirmó: “Engaña. Está en la colección de novela pero no es una novela. Son ensayos y no son, son cuentos y no son. No se puede clasificar a tu literatura ni a vos como artista”.
Sosa Villada lo definió “como un extraterrestre. Un zafarrancho literario. No sabría decirte qué es, pero estoy orgullosa de no poder clasificarlo. Es un libro degenerado”, sostuvo.
Luego preguntó por la película, que se estrenaba al día siguiente, y la definió como “incómoda. Hay mucho sexo”.
“Mucho sexo gay”, agregó Camila riendo. Pasik se preguntó acerca de algo recurrente en su obra, la ambivalencia entre la ficción y su propia vida: “¿Es Camila o no es? ¿Buscas esa incomodidad? ¿Es a propósito?".
Camila Sosa Villada en el espacio cultural Clarín / Ñ. Foto: Martín Bonetto.
“No, no es a propósito”, afirmó y citó a la filósofa belga Vinciane Despret y su libro ¿Qué dirían los animales si les hiciéramos las preguntas correctas? donde habla de elefantes que pintan autoretratos. Ella afirmaba que los zoólogos creían que los elefantes eran reemplazables.
“Un poco con pasa esto con esta elefante en particular –afirmó en relación a ella misma– Parece que da lo mismo si hablo de una travesti o de otra porque somos una identidad aglutinada que recién ahora está empezando a ganar sus individualidades (Flor, Lizy, yo). Me gusta jugar ese juego que puedo ser un montón de Camilas”, reveló.
“Hice la cascadita”, dijo con voz sexy mientras sin querer se derramaba un poco de un gin tonic que le habían alcanzado hacía instantes. La periodista profundizó en la pregunta anterior: “¿Esa confusión es del mundo o la buscás?”. Respondió Sosa Villada: “ No, la tiene el mundo. Puedo escribir que cago diamantes y la gente va a decir: este trava caga diamantes. Siempre estoy presente. Las experiencias que me parece que merecen ser escritas pasan por mi sistema sanguíneo, me han atravesado. No sería capaz de escribir algo que me rozó y siguió de largo. Son experiencias y me dan escalofríos, me hacen llorar o me ponen eufórica”.
Camila Sosa Villada en el espacio cultural Clarín / Ñ. Foto: Martín Bonetto.
Ante la pregunta de cómo decidió protagonizar la película, primero dijo “casting sábana”, disparando más risas entre el público y agregó: “Me propusieron adaptar el libro. No quería protagonizar, me parecía que tenía que ser alguien más joven, flaca, linda. Pero cuando me dijeron que iba a estar con Poncho Herrera, dije que sí”.
Las preguntas continuaron hasta que, en un momento, Camila lanzó una pregunta al público en voz alta: “¿Hay travestis trabajando en la feria? ¿500 trabajan y una sola travesti? Qué vergüenza. Y después dicen ay… el único colectivo que está pidiendo trabajo es el más castigado del país”.
Camila Sosa Villada en el espacio cultural Clarín / Ñ. Foto: Martín Bonetto.
La periodista indagó acerca de su proceso creativo el cual la escritora diferenció entre el teatral y el literario. Su preparación actoral es “puramente física”, describió. Se dedica a entrenar, dormir bien y comer sano. Mientras que escribir, diferenció, era todo lo contrario: "Podés estar roñosa, borracha, cogiendo en una orgía, drogada o en un convento retirada siete meses a la espera de la iluminación. Cuando me siento a escribir, por lo general empieza por algo que me pone rabiosa no se enojo sino de ánimo, puede ser de día, de noche, en un avión, con tu pareja durmiendo al lado. Es el territorio de lo infinito”.
En un momento reflexionó también sobre sus temas: “La familia. Viendo el detrás de escena de Frances (1982), película de Jessica Lange, habla sobre una pelea y dice que las madres son el origen de todos los dramas. yo dije: si, es verdad. Duras decía que las madres son el primer contacto que tenemos con la locura. Los padres siempre están un poco ausentes, sobre todo los de nuestra generación, entonces me importan menos”. Agregó también la sexualidad, el lenguaje y el erotismo. Explicó por qué: “Cada vez me cuesta más calentarme. para que me entre por algún lado, además de por el culo, necesito que esa persona me hable, que me susurre morbo al oído”.
Luego, reveló algunos detalles más de cómo escribe (“Para el espanto de los conservadores, me gusta escribir desnuda en mi casa. Ando desnuda siempre”) y en qué momentos (“Trato de no escribir si no tengo ganas. No está ritualizado, es sorpresivo, cuando viene la inspiración. Que me levante de la cama y me ponga a escribir”).
Camila Sosa Villada en el espacio cultural Clarín / Ñ. Foto: Martín Bonetto.
Sobre el final, respondió algunas preguntas del célebre Cuestionario Proust (¿Palabra favorita? Satisfacción. Cualidad que menos aprecia: mojigatería) y sintetizó qué busca durante el proceso de hacer un texto, sintetizando de este modo su filosofía literaria: “Me parece anticapitalista, antifascista, escribir. Una está ocupada en sus propias palabras, su propia música, si no estoy escribiendo soy una tonta por no escribir. Hay que cavar hondo, encontrarse con cosas que no son grata de una,es un momento de concentración, casi de meditación”.
Al día siguiente, una larga fila se agolpó para lo que sería la presentación oficial de La traición de mi lengua en la Sala José Hernández, una de las más grandes del predio. “¡Es hoy! Y tengo terror que no venga nadies”, había posteado horas antes la escritora en su cuenta de Instagram.
Camila Sosa Villada en la sala José Hernández. Foto: Enrique García Medina.
A las 17.30 dieron sala. Como en un recital de rock, la gente avanzó, a toda velocidad, en búsqueda de su silla. Un público variopinto, en su mayoría femenino, colmó la capacidad del auditorio a toda velocidad. Sonaba “I Gotta Feeling”, de Black Eyed Peas mientras dos chicas chocaron sus palmas como diciendo “lo logramos”. En la primera fila, varias aferraban su ejemplar de Las malas, el hit de la autora, como un amuleto.
Camila Sosa Villada en la sala José Hernández. Foto: Enrique García Medina.
A las 17.40 dieron la bienvenida y Camila salió. Esta vez, con un vestido plateado, tacos altos, en una mano una botella de champagne y en la otra una copa. Sin preámbulos, empezó a leer una selección de los textos de su último libro, suerte de semblanzas mezcladas con poemas, elucubraciones y pequeñas escenas.
“Mis palabras sobreviven a mi deseo y se lo comen”, leyó al mismo tiempo que recibía una lluvia de aplausos. “Esto es como un recital”, dijo en un momento, ratificando el clima del ingreso. En un momento también sacó el micrófono del pie y leyó parada. Sí, como una rockstar. Varias de las frases de sus últimos textos podrían ser un grafiti, un pasacalle o un manifiesto: “De todos los gestos yo elijo apuñalar al mundo mirándolo a los ojos”.
Camila Sosa Villada en la sala José Hernández. Foto: Enrique García Medina.
En varios momentos se la notó emocionada, conmovida. Se quebró ante ciertas frases, sobre todo las que hacen alusión al padre (“Admitir el título de hombre. Aprendés a repetir esa ley: los hombres no lloran”). Una mujer le alcanzó una carilina y con ella secó sus lágrimas. En un momento puteó porque se perdió de la página donde estaba. “Mi escritura sufre, escupe maldiciones sobre las páginas. Sólo en ella estoy viva”, disparó, mientras agregaba, en una de sus pocas acotaciones más allá de la lectura: “parece como una patada atrás de la otra”. “Te amo Camila”, gritó el público y ella agradeció con sonrisas y besos al aire.
“La memoria es el afecto más traidor que existe”, fue una de las últimas frases que leyó antes de que su público, porque ya había quedado claro de que se trataba de su público más fiel, estallara en los aplausos finales. Mientras el huracán iba amainando y la sala se iba desconcentrando, un hombre se acercó al escenario, levantó su remera y le mostró un tatuaje a la autora. Ella lanzó con una mezcla de desparpajo e irreverencia: “¡Mirá, tiene tatuado mi nombre! ¡Qué asqueroso! Espero que te haya traído suerte”.
Clarin