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Cannes abre el telón mirando a los Oscar y da la bienvenida la nueva ola del cine español

Cannes abre el telón mirando a los Oscar y da la bienvenida la nueva ola del cine español

Un rumano de nombre Catalin Mitulescu gana la Palma de Oro en Cannes con su cortometraje Trafic y nace una nueva ola; la nueva ola del cine rumano que llegaría a la otra Palma de Oro --la grande, la de los largos-- en 2007 con Cuatro meses, tres semanas y dos días. Su director Cristian Mungiu fue solo el primero de una lista donde irían apareciendo sospechosos habituales como Cristi Puiu, Radu Muntean o Corneliu Porumboiu. Todos rumanos, todos validados, por así decirlo, en las mareas crecientes de la Costa Azul. Cannes da y quita razones, inaugura tiempos y, aunque duela, expende certificados de calidad. Recién anunciada la programación de la sección oficial en 2025, el crítico estadounidense de la revista Variety Peter Debruge se lanzaba a un proceloso análisis de los títulos seleccionados y, tras notar la sobreabundancia estadounidense y la creciente influencia del certamen galo en Hollywood, reconocía que solo había dos autores de los que no sabía nada. A saber: Carla Simón y Oliver Laxe. Los dos españoles.

No está claro que Romería y Sirat, las películas respectivamente de una y otro que figuran en la competición que arranca el martes y de las que nada sabe buena parte de la crítica internacional (y todo ello pese a que sus autores acumulan premios internacionales tanto en Berlín como en las secciones paralelas del mismo Cannes), vayan a inaugurar un nuevo tiempo. Pero ahí están. Con el tiempo nuevo. Cuando en 2009 coincidieron Pedro Almodóvar y Isabel Coixet en la lista de honor, en verdad cada uno llegaba de un sitio distinto montado en su propia ola con sus carreras perfectamente asentadas. Hasta el último becario de Variety sabía entonces quiénes eran esos dos españoles. No es el caso, como ha quedado claro, esta vez. Y, con toda probabilidad, cuando se escriban las crónicas no pocos se esforzarán en señalar coincidencias y describir actitudes comunes.

Que si un gusto depurado por el verismo en la rugosidad de la imagen, que si una tendencia casi suicida por la introspección, que si un empleo de las reglas del género de manera tan peculiar como exageradamente personal, que si una investigación a cara descubierta de las heridas de la memoria, que si el cine como experiencia vivida... Laxe declaraba no hace tanto que se sentía de la misma tribu que Carla, y Carla respondía que reconocía en su colega el mismo modo colaborativo y nada jerárquico de entender la profesión y el mismo cine. Dejémoslo, por tanto, en Nueva Ola, una nueva ola, por cierto, muy gallega (Laxe es gallego y la película de Simón discurre en Galicia).

Por lo demás, el Cannes que ahora empieza arranca con el recuerdo evidente de Anora como referencia y ejemplo no tanto a batir como emular. La película de Sean Baker que ganó la última Palma de Oro logró meses más tarde hacerse con el Oscar a mejor película. Era la segunda vez en seis años --y sólo la cuarta en sus 78 años de historia-- que ocurría algo parecido. Pero lo cierto es que en los últimos tres años, las películas candidatas a los premios de la Academia de Hollywood han surgido del catálogo de Cannes. Triángulo de la tristeza (2022) y Anatomía de una caída (2023) son dos de los ejemplos más destacados de una tendencia que, tras el éxito de Parásitos en 2019, tienen en las cuatro estatuillas de Anora y las nominaciones de Emilia Pérez, La sustancia, The Apprentice y Flow su culmen; una cima alcanzada en 2024. "Cannes como los Oscar son ahora mismo globales, ni uno ni otro son ni franceses ni estadounidenses", comentó Thierry Frémaux el lunes en la presentación por aquello de cerrar y hasta celebrar el círculo.

En consecuencia, se diría que la selección de este año parece pensada, más allá de los españoles y sus olas, para asegurar que ni la tendencia ni la fiesta paren. Tanto el propio festival como las distribuidoras internacionales han cambiado la preferencia de Venecia o Toronto por la Croisette como rampa de lanzamiento. Así, en el certamen que arranca, entre los títulos más destacados que parecen responder a esta mecánica muy pendiente de la visibilidad que dan unos Oscar cada vez más internacionales y plurales figurarían el nuevo trabajo de Wes Anderson The Phoenician Scheme, un thriller de espías y millonarios sin escrúpulos que tiene como protagonista a Benicio del Toro y a Mia Threapleton (hija de Kate Winslet); o Eddington, de Ari Aster, con Joaquin Phoenix y Pedro Pascal como principales atractivos de un proyecto por definición indefinible; o, por qué no, Nouvelle Vague, del hiperactivo Richard Linklater en la que es su segunda película del año tras Blue Moon, vista en la Berlinale. Y quién sabe si el último trabajo de Spike Lee, Highest 2 Lowest, una versión de El infierno del odio de Akira Kurosawa, no obedece a la misma y oscarizante inquietud.

No lejos de este mismo modo de razonar entre el prestigio y el público global de Hollywood, pero del lado europeo, podrían estar Die, My Love, de Lynne Ramsay, con Jennifer Lawrence y Robert Pattinson; o Alpha, de la directora de Titane Julia Ducournau, con Emma Mackey y Tahar Rahim; o The History of Sound, un drama romántico ambientado en la Primera Guerra Mundial de Oliver Hermanus con las estrellas del momento Josh O'Connor y Paul Mescal. Todo en una cita que verá los debuts como directoras de Kristen Stewart (The Chronology of Water) y Scarlett Johansson (Eleanor the Great). Todos con el mismo objetivo: hacer lo que Anora.

Y sin perder de vista ni a la nueva película de la directora japonesa de la triste y sorprendente Plan 75 Chie Hayakawa, que vuelve con Renoir, ni al brasileño Kleber Mendonça Filho (Doña Clara), que presenta ahora Secret Agent, ni al autor de La peor persona del mundo, Joachim Trier, que regresa con Sentimental Value. Y a su lado, dos clásicos de siempre: Jafar Panahi y los hermanos Dardenne, que estrenan respectivamente It Was Just an Accident y Young Mothers.

Y luego claro está Misión imposible: Sentencia final, el cierre de probablemente la más gozosa y plena saga de acción de la que ha sido capaz la propia capacidad de asombro. Y eso no es tanto una ola como un auténtico tsunami. Y así.

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