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'De dagas y de heridas', novela de Laura Restrepo

'De dagas y de heridas', novela de Laura Restrepo
Por estos días, Laura Restrepo nos entrega su nueva novela: 'Soy la daga y soy la herida', título que refleja muy bien el mundo creado por la autora en estas páginas. De una de sus obras anteriores: Pecado, retoma un personaje, el protagonista de Pelo de elefante, y se instala con sus historias y pensamientos en estas nuevas páginas, desplegando su universo de horror. Como en todas sus novelas y textos, en esta, Laura dialoga con la situación y el momento que vivimos a nivel mundial y a nivel nacional: un mundo de violencias y terror en el que se han roto todas las reglas posibles de la convivencia entre humanos.
Esta vez, para indagar en esta realidad dura y absurda, escoge una forma literaria cercana a la farsa, el sainete, la sátira extrema… atravesada íntegramente por una sutil ironía que desacomoda permanentemente a los lectores y lectoras y los reta. Desde un torrente lingüístico se nos entregan sentimientos, pensamientos, reflexiones, historias… que nos conducen siempre a desentrañar significados de fondo que se resbalan con frecuencia.

Laura Restrepo, escritora y periodista. Foto:Sebastián Jaramillo

Quiero anotar la preocupación recurrente de la autora a lo largo de toda su obra por mirar en profundidad y desentrañar las raíces y los sentidos del mal en el corazón de los humanos y de sus sociedades. Es un eje semántico al que siempre regresa de una manera u otra: Leopardo al sol, Hot sur, Delirio, Los Divinos y, por supuesto, Pecado. Como conocedora de su obra puedo afirmar que una de sus obsesiones de escritora es esta: la presencia del mal. Individual, íntimo, social… ¿cuáles son sus motivos? Y creo que, además, en la perspectiva de varias de sus miradas se percibe una afirmación implícita de la relación subyacente entre el mal y un ámbito que roza con lo religioso o lo sacro, una distorsión en esta realidad. Quizás ambos se mueven en terrenos inasibles que van más allá de la razón.
En esta última novela nos habla un sicario, verdugo… ejecutor del mal y de la muerte. La narradora hace un esfuerzo por habitar y hablar desde esa piel y esa habla, ese esfuerzo nos resulta muy convincente. En la primera página se presenta: Misericordia Dagger es su nombre, tiene un oficio claro y definido que lo constituye: empuñar el hacha o empuñar la daga para ejecutar a sus víctimas, es decir, es un verdugo. Pero no es un criminal autónomo que mata según su propia iniciativa o gusto, por el contrario, es “enviado” y controlado por un dios que preside la muerte: Abismo, que se presenta en imagen femenina, es decir, la representación del mal en este caso es una mujer. En esta presentación, Misericordia aclara que solo cree en un dios de sangre y, a partir de allí, nos cuenta la historia de sus últimos días que entrelaza con una historia a saltos de las armas y los instrumentos de muerte.
En esa peligrosa cercanía que la autora percibe entre sustratos religiosos y la maldad profunda, Dagger nos muestra la jerarquía que preside al grupo que convoca las ceremonias abisales: en la cumbre está Dios, el dios Abismo, que domina y que ordena. Inmediatamente hacia abajo se ubican los verdugos magníficos, a los que siguen los verdugos semipesados. Finalmente, aparecen los pistolocos. El asesinato es una carrera que se cursa con los años y la demostración de habilidades y fidelidades. Inicialmente, los candidatos son escogidos por los ya integrantes de la jerarquía y deben ser cooptados y entrenados por un verdugo que se convierte en su maestro. Se nos quiere entregar a los lectores este universo de la muerte en hondura y profundidad. El protagonista narrador, en una especie de loa, nos dice: “Abismo, el Insaciable, deidad desquiciada, aspira a ser Uno, Una, Solo, Sola, Mismo, Misma y Eterno-Eterna, en pasado, presente y futuro, alabado por siempre como proxeneta de La Muerte Implacable en todos sus pliegues y despliegues…” (pág. 168).

'Soy la daga y soy la herida', Laura Restrepo, Alfaguara Foto:Archivo particular

Desde esta entronización del mal, la autora dialoga con una sociedad que parece haber instaurado en sus corredores y formas de vida ese mal en omnipresencia. El dios que preside la muerte puede ser encarnado en cualquiera de los gobernantes que en este siglo XXI se consideran dueños de la vida y la muerte y que deciden desde sus cegueras de sangre la suerte de pueblos enteros porque pretenden ser dueños de la vida y de la muerte. Leída desde estas confrontaciones, la novela puede entenderse inclusive como una parábola del mundo que se despliega ante nuestros ojos y nuestras vidas. La novela muestra la configuración de una época del terror en la que los horrores se instauran en medio de la más asombrosa impunidad: Abismo reina sin que haya fuerzas que se le opongan.
El verdugo que nos narra sus historias y dudas se define a sí mismo: yo era la maldad del mal… Contemplando su daga (todos los que manejan armas las aman en relación erótica) se va hacia atrás en el paso del tiempo y recupera la que podría ser la historia de un cierto tipo de arma que es, en últimas, una historia de la crueldad humana. En su desborde de palabras, Misericordia se acerca a las diferentes formas de matar en las que enumera sobre todo las “armas que comulgan con la mano”, las dagas, las hachas, los puñales… se detiene finalmente en la guillotina, ese infierno de 1789 en la Revolución francesa. Las evocaciones no terminan aquí, a la página es convocada también la condesa sangrienta… aquella mujer entre leyenda y realidad que devoraba la sangre de tantas jovencitas a las que antes era necesario cortarles el cuello para que sangraran.
Paralelamente a este seguimiento del poder destructor, el narrador nos cuenta cómo escoge y forma él a un joven verdugo que debe sucederlo en sus trabajos, en su obediencia ante el dios de la muerte y de la sangre. Es necesario agrandar el número de verdugos porque se ha instaurado en el mundo la nueva época del terror y es claro que vivimos en ella. La novela de Restrepo es la representación de este nuevo terror del siglo XXI: Gaza, centro de un genocidio bendecido por todos; las migraciones fruto de la expulsión de un lugar a otro de las masas cercadas por el hambre… Cualquier época de terror exige la multiplicación cuasiinfinita de sus asesinos, es lo que trabaja la novela.
Pero la narración presenta un quiebre del que nos informamos precisamente en el momento en que se inicia la acción que nos convoca. Dagger quiere escapar a su destino: circunstancialmente, en una esquina descubre el amor, y ese amor es el freno para el desboque de las muertes. Se enamora de la nieta de la que debe ser su próxima víctima. El verdugo ya habitado por las dudas empieza un seguimiento a su víctima potencial y todos los caminos lo conducen a la joven de la que se ha enamorado. La narración entonces establece una disyuntiva: ¿puede el amor salvarnos socialmente de los requerimientos del dios Abismo? ¿Puede el amor bloquear la cadena sempiterna de asesinatos y de odios, de los genocidios o crímenes en masa?
Hemos de contestar que sí. Misericordia Dagger, el verdugo magnífico, decide no matar. Salva a la víctima porque su corazón ha sido atravesado por otro tipo de daga: la daga del amor, inmaterial pero no por ello menos poderosa. Este nuevo “puñal” detiene las fuerzas del mal e instaura nuevas posibilidades de vida en otras direcciones. En esta nueva ruta de Misericordia puede jugar un papel el recuerdo insistente de su abuela ciega y de los cuidados que de ella recibió en sus primeros años. El verdugo es consciente de que su resistencia ante las órdenes de Abismo le costarán la vida, pero se rinde ante el amor. Entrega su vida en sacrificio por el amor descubierto y sentido. Soy la daga y soy la herida es una novela que invita a la rebelión contra el dios de las armas, contra el dios del poder omnívoro, contra todos aquellos que se pretenden dueños de las vidas y las muertes humanas.
En la parábola que es esta obra subyace la invitación a la resistencia a las armas, al mal, al terror… al dios que pretende inmovilizar las conciencias para instaurar su reino.
eltiempo

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